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Actualizado: 28 de julio de 2025
Siempre que hablaba de Esperancita brotaba de sus labios tres o cuatro veces, como si necesariamente fuera asociada a sus amores. Pepe Castro sintió un malestar indecible: guiñó su ojo izquierdo infinitas veces. En realidad, nunca le había gustado anticipar ideas sobre los acontecimientos futuros. Era más caballista que profeta.
Sólo al amanecer, el sueño los fué rindiendo a todos y se quedaron transpuestos en su asiento adoptando posturas caprichosas, algunas de ellas poco estéticas. Ramoncito Maldonado estaba en el pináculo de su gloria y fortuna. Esperancita, a juzgar por todas las apariencias, le amaba.
Porque en el momento de acostarse, Castro sólo pensaba vagamente en esta unión provechosa. Al abrir los ojos, su decisión de lograr la mano de Esperancita por cuantos medios estuviese a su alcance era ya irrevocable.
¡Eso es inevitable, Pepe! exclamó el concejal en un estado tan triste y miserable que daba pena verlo. Bien, pues si no puedes vencer esa chifladura, lo mejor es no darla a conocer. ¿Por qué tratas de persuadir a Esperancita de que te mueres por ella? ¿Crees que eso sirve para algo? Procura convencerla de lo contrario y verás cuánto mejor es el resultado.
Lo que, salvando nuestra conciencia de historiadores veraces podemos afirmar, es que Esperancita tardó bastante tiempo en advertirlo, y que después de advertirlo no causó en ella la honda impresión que debía esperarse. En el gabinete costurero donde los introdujeron, estaban bordando D.ª Esperanza, Mariana y Esperancita.
Las atenciones que Esperancita le guardase, las tomaría como dirigidas a su propia persona. Así que, al verlos del brazo, se conmovió profundamente, y al acercarse a ellos para decirles algunas palabras insignificantes no pudo menos de ruborizarse.
Yo no soy inteligente en la hermosura de los hombres manifestó el joven riendo su frase , pero todos dicen que Pepito es guapo. ¡Ps!... Será según el gusto de cada cual ... y que me dispense Pacita, que es su pariente. Yo formo parte de esos todos y no lo digo. La verdad es apuntó Esperancita tímidamente que Pepito no pasa por feo.... Luego, es muy elegante y distinguido, ¿verdad tú?
Debía de saber que él, Maldonado, hacía tiempo que obsequiaba a Esperanza, que estaba enamorado de ella perdidamente. Sentía en el alma que un amigo tan íntimo le viniese a hacer daño. Recordóle con enternecimiento la infancia, sus juegos, el colegio. Concluyó por suplicarle con voz entrecortada por la emoción que si no tenía un gran interés por Esperancita dejase de darle celos.
Cuatro mil pesetas tiradas a la calle, como él dijo más de cien veces aquellos días. Esperancita dirigió una mirada a Alcázar buscando su saludo; pero viéndole distraído volvió los ojos al grupo de Clementina y se hizo cargo inmediatamente de lo que ocurría. También por su frente pasó una nube de tristeza como por la de Raimundo.
Palabra del Dia
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