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Actualizado: 18 de mayo de 2025


Pues a los litógrafos los pondría yo a que me afeitaran todas las ranas que se pudieran coger... Pero vamos al caso... ¿Convida usted o no convida? , señor; convido a una copita... y nada más. ¡Qué miserable! Yo esperaba un banquete regio. No me gustan aparatos ni bulla. Hombre, siquiera un cubierto de cincuenta reales..., cuatro amigos...

Esperaba tranquila la muerte. «Tráeme rosas», decía sonriendo a Gabriel, como si en el último instante de su vida quisiera comulgar con la belleza natural de un mundo afeado y entenebrecido por los hombres. Y el compañero se mantenía de pan seco, impetraba el auxilio de los camaradas menos pobres que él, dormía al raso, para llevarla en la inmediata visita un ramo de flores.

¿Pero cómo ha sabido vuestro tío?... Lo ignoro. Quedóse por un momento profundamente pensativa la dama. Yo creía no volveros á ver dijo , y si os como prenda mía una sortija, por la cual no podíais reconocerme, fué por concluir con vuestras importunidades. Yo esperaba que no me volvieréis á ver, porque vivo muy retirada. Pero cuando de tal modo os habéis equivocado...

Una noche, a fines de Abril, Rafael se detuvo en la puerta de su cuarto con el mismo temor que si fuese a entrar en un horno. Estremecíase al pensar en la noche que le esperaba. La ciudad entera parecía desfallecer en aquel ambiente cargado de perfume. Era un latigazo de la Primavera, acelerando con su excitación la vida, dando mayor potencia a los sentidos.

Dicho y hecho. Me quedé en Zenda y desde el andén vi a la señora de Maubán, que evidentemente iba sin detenerse hasta Estrelsau, donde por lo visto contaba o esperaba conseguir el alojamiento que yo no había tenido la previsión de procurarme de antemano. Me sonreí al pensar en la sorpresa de Jorge Federly si hubiera llegado a saber que ella y yo habíamos viajado tanto tiempo en buena compañía.

El Arcediano, en la escalera del púlpito esperaba con los brazos cruzados sobre la panza; cerca de él y haciendo guardia estaban dos acólitos con los ciriales; uno era Celedonio. «¡Secuentia Sancti Evangelii secundum Lucaaam!»... cantó Ripamilán, muerto de sueño y aprovechándose del canto llano para bostezar en la última nota.

Salió inmediatamente, también presentada por ésta, D.ª Josefa, el ama del excusador. Se decía que esta señora tenía pruebas de la inocencia de su amo, que iba a relatar cosas muy curiosas. Se esperaba su declaración con ansiedad.

El apoderado estaba fuera de la ciudad, en una montería, con algunos amigos de los Cuarenta y cinco. Una tarde, cerca ya del anochecer, don José fue a buscarle en un café de la calle de las Sierpes, donde se reunían gentes de la afición. Había llegado de la montería dos horas antes, y tuvo que ir inmediatamente a casa de doña Sol, en vista de cierta esquela que le esperaba en su domicilio.

La López Moreno iba a contestar muy picada, pero el general Pastor, frotándose las manos de júbilo, la contuvo, diciendo: Nos trae usted excelentes noticias, señora... La cosa marcha viento en popa, mejor de lo que yo esperaba.

El esperaba defender a la vez, siguiendo las huellas de M. de Serres y de M. Lainé, sus maestros y sus modelos, los Borbones, el ídolo de su padre, y la constitución liberal, satisfacción entonces de su espíritu.

Palabra del Dia

bagani

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