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Todos los que pasaron el otoño de 1894 en las orillas del lago de Ginebra, recuerdan sin duda todavía el trágico suceso de Ouchy, que produjo tanta impresión y proporcionó tan abundante alimento a la curiosidad, no sólo de las colonias de gente en vacaciones esparcidas en todas las estaciones del lago, sino también del gran público cosmopolita, al que los diarios lo refirieron.

Las viviendas, escasas y esparcidas por la espesura, eran, las más, cabañas humildes, otras vetustos caserones de piedra oscura, con armas sobre la puerta algunos.

Yo no quiero encarecerte el servicio que te hago en darte a conocer tan noble y tan honrado caballero, pero quiero que me agradezcas el conocimiento que tendrás del famoso Sancho Panza, su escudero, en quien, a mi parecer, te doy cifradas todas las gracias escuderiles que en la caterva de los libros vanos de caballerías están esparcidas. Y con esto, Dios te salud, y a no olvide. Vale.

Luego, niños y niñas, cuchara en mano, corrían de un extremo a otro de la terraza para recoger sin rotura unos huevos depositados en el suelo. El ganador era el que regresaba más pronto al punto de partida. Después corrieron para recoger patatas esparcidas en la cubierta, y el que llenaba su tanque con mayor rapidez vencía a los otros. Retiráronse los pequeños para dejar sitio a los grandes.

Trata de sentarse a una de las mesas que hay esparcidas por la sala, sobre las cuales, para que nada llame y distraiga la atención, no suele haber ni pupitre, ni papel, ni plumas, ni tintero; nada más que la madera lisa y reluciente, invitando al estudio y a la patinación. Al tomar una de las sillas, observa con dolor que está cubierta de polvo y quizá de algo más. ¿Qué tiene esto de particular?

Es un macho viejo muy bribón y vivaracho todavía, aun cuando tiene ya señalada la herradura en el pecho y algunas plumas blancas esparcidas por el cuerpo. De joven recibió en un ala un perdigón de plomo, y como esto le ha hecho ser un poco pesado, mira dos veces antes de volar, mide bien el tiempo y sale del apuro. Con frecuencia me llevaba consigo hasta la entrada del bosque.

Freya fué instintivamente hacia ella, como un insecto hacia la luz, dejando á sus espaldas el cuarto sombrío y húmedo, cuyo papel pendía á trechos. «¡Qué hermosoEl golfo, encuadrado por la ventana, parecía un lienzo con marco, un original vivo y palpitante de las infinitas copias esparcidas por el mundo.

El cielo límpido tenía el color violeta del crepúsculo. A ras del agua aparecían esparcidas algunas nubes blancas de caprichosos perfiles. El sol se había hundido tras de ellas, coloreando el horizonte de un rojo cegador que poco a poco iba palideciendo. Sobre este fondo de oro se recortaban las nubes tomando el contorno de formas humanas. Mina se extasiaba en su contemplación.

Carlitos se apresuró a tomar la máquina, y con mano un poco temblorosa, comenzó a desarmarla, bajo la mirada fija y atenta de su familia. Según iba sacando las piezas, dejábalas esparcidas a granel sobre la mesa. ¡Alto allá! exclamó D. Bernardo extendiendo las manos. Las distintas piezas no pueden ni deben dejarse de este modo confundidas, exponiéndonos a que después no sepamos para qué sirven.

Derramó primero su mirada fascinadora, olímpica, por las butacas, dejando temblorosas y subyugadas a todas las niñas casaderas que por allí andaban esparcidas: después, con arranque sereno como el vuelo de un águila, alzóla al palco número once. No pudo reprimir un movimiento de sorpresa. ¿Con quién hablaba Clementina tan íntimamente? No conocía a aquel joven. Le dirigió sus diminutos gemelos.