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Actualizado: 7 de junio de 2025
Me la alargó, y yo, como es lógico, traté de besarla; pero la retiró con fuerza. No, eso no. Aguarda un poco, te daré el crucifijo, como en Marmolejo repuso riendo. Prefiero la mano. ¡Hereje, vete! Dios está en todas partes. Pero, en fin, si quieres darme el crucifijo, lo guardaré con cariño como un recuerdo. Espérate un momentito. Tengo aquí el hábito.
Roberto había dado un salto y se mesaba los cabellos. Sus ojos, fijos en el anciano, resplandecían en la obscuridad. Ese cuaderno, dámelo; ¿dónde está? El doctor le explicó el peligro que corría el secreto de Olga y la inquietud que esto le causaba a él mismo. ¡Espérate, voy a ir a buscarlo! exclamó Roberto dirigiéndose hacia la puerta. El anciano lo detuvo.
Pero, amiga, quién te dice que, a lo mejor de mis entusiasmos, ahí viene la etiqueta de las gentes villavejanas... ¿Te he hablado algo de Villavieja?... Espérate que repase lo escrito... No... Pues Villavieja es el pueblo, la villa a que corresponde el sitio de Peleches: Peleches en lo más alto, y Villavieja en lo más bajo, pero casi unidos por una calle muy mala y un paseo regular.
Pues mira que yo estoy también.... Verás qué bien va á salir esto dijo el Doctrino bajando la voz. Y para entonces ya podemos contar con fondos. Los tiempos están malos, Carrillo; y si uno no se agarra á los buenos faldones... Eso mismo digo yo. Pero ¿me das ó no esa oncilla? Espérate á pasado mañana. Tengo orden de no repartir todavía.
Se expresaba con exaltación sin dejar meter baza a su hermano, y este, en cambio, no se la dejaba meter a él, y simultáneamente se quitaban la palabra de la boca. Espérate un poco... no es eso. Allá voy... yo vivo en mi conciencia, por mí y antes y después de mí. ¡Ah!, pero lo primero es distinguir... Mira...
¡Ah! ¿Y si no fuera mentira? Pero espérate, ¡caramba! ¡déjame hablar! ¿De qué?... ¡De otra Clota más constante! dijo Melchor riendo, y agregó: el mundo está lleno de Clotas, ché Ricardo; convéncete. Eso lo dices ahora.
Haces muy bien, hija mía dijo, y su voz tomó de pronto un sonido metálico, como una trompeta de guerra, haces muy bien en atender a tu pobre hermana enferma, pero puedes marcharte, tu presencia es inútil ahora; soy yo quien va a quedarse aquí. «Espérate, ahora mismo vas a encontrar la horma de tu zapato» exclamé mentalmente.
Eran D. Francisco Morquecho y D. José María Porcell, paisanos míos, que venían a participarme el fallecimiento de D. Pedro José García de los Antrines, tío carnal de mi esposo. ¡Pobre señor; se ha muerto! exclamó Nina con toda el alma. Y el tal D. Pedro José, que es uno de los primeros ricachos de la Serranía... Pero dígame: ¿es soñado lo que me cuenta o es verdad? Espérate, mujer.
Jacinta cayó en la cuenta de su distracción. «Espérate un momento». A poco volvió con lo que la chiquilla deseaba, y repetida la recomendación de portarse bien y estudiar mucho, acompañolas hasta la puerta. Cuando Severiana y su sobrinita salían, entraba Moreno-Isla, y Jacinta que le vio subir, se detuvo en el recibimiento. Subía despacio y jadeante, a causa de la afección al corazón que padecía.
¿No te lo decía yo? -dijo don Quijote-. Espérate, Sancho, que en un credo las haré.
Palabra del Dia
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