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Actualizado: 19 de noviembre de 2025


La duquesa fue primero a la sucursal del Monte de Piedad, situada en la calle de Bonaparte, cerca de la Escuela de Bellas Artes, pero encontró la casa cerrada; había olvidado que era día de fiesta. Entonces se le ocurrió la idea de que tal vez habría abierto el comisionista de la calle de Condé, pero le ocurrió lo mismo.

Ahora quería torear para ganar dinero lo mismo que los españoles, y asistía todas las tardes a la escuela con la firme voluntad de un niño testarudo, pagando generosamente sus lecciones. Figúrate : ¡torero con esa facha!... ¡Y a los cincuenta años bien sonaos!

El archivo se quedaba en Villanueva; una vivienda de labriegos servía de escuela y de casa consistorial. El alcalde, dos veces por mes, acudía para presidir el concejo municipal, y de cuando en cuando para celebrar algún matrimonio.

Ahora se ríe uno pensando en las marrullerías infantiles; pero si se intenta volver con la imaginación a la época, se comprende que los primeros días de la escuela han sido de los más sombríos y lamentables de la vida. Después se han pasado tristezas y apuros, ¿quién no los ha tenido? Pero ya la sensibilidad estaba embotada; ya dominaba uno sus nervios como un piloto domina su barco.

Tenía la escuela todo lo sombrío del convento, sin tener su claustro melancólico y su dulce paz.

Procuraba satisfacerlos, y, viendo que no bastaba, salíme de su casa y fuime a ver a mi amigo don Diego, al cual hallé en la suya descalabrado, y a sus padres resueltos por ello de no enviarle más a la escuela.

Por el momento estamos en el período de transición, con la escuela religiosa que, ayudada por la inercia intelectual que comportan 18 siglos de oscurantismo, en credulidad e ignorancia crónicas, educa a los niños para las verdades y las virtudes del pasado, y la escuela liberal que los educa para las posibilidades del presente en rumbo al porvenir; con escuela sectaria que cierra y la escuela positiva que reabre la curiosidad humana, esa benéfica hambre de saber y de inventar que nos da, en término medio, una maravilla por semana.

Más de una vez se temió que las discusiones degenerasen en disputas, las disputas en peleas, las peleas en batallas... Algunos bofetones y botellazos volaron en la estación ferroviaria y en el Club Social... También hubo sus trifulcas en la escuela. Los pisos, los bancos, los mapas, los pizarrones, todo quedó para siempre salpicado de sangre arrancada de las narices a feroces soplamocos.

En la escuela no adelantaba mucho con los libros, ni dejaba el lápiz de la mano; y había que ir a sacarlo por fuerza de casa de los pintores. La pintura y la escultura eran entonces, oficios bajos, y el padre, que venía de familia noble, gastó en vano razones y golpes para convencer a su hijo de que no debía ser un miserable cortapiedras. Pero cortapiedras quería ser el hijo, y nada más.

Horacio Vernet era en mi juicio un maestro de buenos arranques, de osada concepcion, de detalles felices, un poeta social, no un arte nuevo, no una nueva escuela, no una grande trasformacion, no un grande genio, como usted le llama.

Palabra del Dia

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