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Actualizado: 11 de julio de 2025


No ya el hacerlo, sólo el pensar en hacerlo, en desmenuzar mis ideas, me da la aprensión de volver a sentir aquella horrorosa debilidad del cerebro.... No hablemos más de esto. Bastante hago si le escribo, pues prohibido me lo tienen. Pero entendámonos. Lo prohibido no es escribir a usted. ¿Hablo ahora claro? Lo prohibido es escribir mucho, sea a quien sea, y sobre todo de asuntos serios.

Quevedo escribía entre tanto al duque de Osuna lo siguiente: «Señor: »Con ansias os escribo, y bien podéis creerlo cuando yo lo afirmo, que ya sabéis que en lo de garlar soy duro, y no se me pone tan fácilmente en el ansia. Pero tal se ensaña conmigo mi suerte pecadora, que tengo para que tendré que irme á un desierto, y aun allí, ya que no haga daño á las gentes, se lo haré á las piedras.

Como escribo mi libro guiado por los recuerdos, necesito el desórden con que la memoria me cuenta; ántes que se me olvide, quiero consignar que en la abadía de Westminster hay un rincon que se llama de los poetas, donde están los ilustres trovadores de Albion, faltando, que me chocó mucho, pues al momento lo noté, la tumba de Byron.

Mi existencia sólo sirve para hacer sufrir a los demás, sin culpa mía, bien lo sabes. ¡Ay, Marianela! Te escribo desde mi cuartito, a las dos de la mañana. Todos duermen en casa. Se han pasado el día atosigándome con sus planes, que no son los míos. La ventana está abierta. Las estrellas me envían sus resplandores.

Una de ellas saludó con mucha afabilidad a Alonso, el cual dijo así: «¡Dichosos los ojos que te ven, Augusto, cabeza sin tornillos...! Ayer tuve carta de tu padre. Dice que le escribes poco y que andas distraidillo. ¡Pobre viejo!... Si le escribo todas las semanas... ¿Y cómo está Rafaela?¿Qué tal va con las píldoras? Pues no va mal.

»Al reconoceros, al daros lo bastante para que un noble pueda vivir en la corte de sus reyes como conviene á su nombre, he cumplido con Dios, con mi corazón y con mi honra. Un Girón, por más que sea bastardo, no puede llevar sino como antifaz, y durante cierto tiempo, un apellido ajeno por noble que sea. Escribo esta carta con las lágrimas en los ojos; acabáis de nacer y lloráis junto á mi.

Máximo a su hermano. Es verdad, soy culpable. Hace siglos que no te escribo y me acuso de ello todos los días sin tener nunca valor para tomar la pluma. Y es que, la verdad, no comprendo ya ni a los demás ni a mismo, y nada hay que desanime tanto como no poder poner en claro los propios sentimientos y encontrarlos ilógicos, contradictorios y miserables.

Sueño con dar un golpe; ganar en dos ó tres días quinientos mil francos ó un millón. ¡Qué alegría la mía cuando llego del Casino con unos miles de francos! «Para enviarle paquetes... para que mi pobrecito comaEscribo á los proveedores ó busco yo misma, acordándome de las cosas que más le gustaban.

13 Os escribo a vosotros, padres, que habéis conocido a aquel que es desde el principio. Os escribo a vosotros, jóvenes, que habéis vencido al maligno. Os escribo a vosotros, hijitos, que habéis conocido al Padre. 14 Os he escrito a vosotros, padres, que habéis conocido al que es desde el principio.

Por otra parte, considero que él la contó y la dijo con todas las circunstancias dichas, y que no pudo fabricar en tan breve espacio tan gran máquina de disparates; y si esta aventura parece apócrifa, yo no tengo la culpa; y así, sin afirmarla por falsa o verdadera, la escribo.

Palabra del Dia

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