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Actualizado: 25 de junio de 2025
Las razones en que sustento mi parecer de que es pura ficcion esta carta son no existir en tiempos de la muerte de Jesucristo judios en España, en lo inverosímil i estraño de la consulta de los de Jerusalen á todos los que estaban esparcidos por el orbe; i por último afirmar cuantos tienen por verdadero este papel, que fué traducido en el idioma español, cuando la conquista de Toledo por don Alonso VI: edad en que todos los documentos se escribian en el latino.
Luego le pareció ver tricornios, muchos tricornios de brillante hule, bocas bigotudas y preguntonas, manos que escribían, y toda la cuadrilla, vestida con trajes de luces, atada codo con codo, camino de la cárcel. Aquí sí que había que negar enérgicamente. «¡Líquido!» ¡Too «líquido»! ¿Qué habla usté de Plumitas?
Lo único que pudiera resolver la cuestion seria un manuscrito, y el señor de Mas, que lo dá en su obra, se apoya en él para decir que escribian de izquierda
De aquí que, por cada una de las novelas que se escribían hace ciento o doscientos años, se escriben hoy centenares y hasta millares. A lo cual contribuye no poco el que haya hoy más gente que las lea y que las compre.
Luego los turcos se pusieron al derredor del castillo, y este día no lo tomaron, hasta otro que el Bajá y Dragut se hallaron á la puerta del castillo, como salían los capitanes que se habían encerrado y retirado dentro, por miedo que tuvieron de perder la vida, y asimismo otros capitanes y gentiles-hombres particulares que estaban heridos, que entre todos serían pocos menos de 1.000 hombres, y los escribían á cada uno por su nombre, y fueron consignados por captivos del gran Turco, y donde los pobres quedan con poca esperanza de haber libertad, y éstos creyendo salvarse en el castillo acertaron mal, porque fué peor para ellos, que los otros que fueron presos en el fuerte quedaron en poder de particulares, los cuales con el tiempo podrán haber la libertad, ó por rescate ó por otra manera, y algunos se rescataron muy presto y otros huyeron y se salvaron.
Siempre que el servicio militar lo consentía, el cadete venía á Villabermeja; hablaba por la ventana con la chacha Victoria, y se decían ambos mil ternuras. En las largas ausencias se escribían cartas amorosas cada ocho ó diez días; asiduidad y frecuencia extraordinarias entonces. Esta necesidad de escribir obligó á la chacha Victoria á hacerse letrada.
Todo lo que me rodeaba era nuevo y desconocido para mí: mi capital se componía de poco; mis ropas, mi catre y mis libros; todos mis compañeros tenían padres que velaban por ellos, que les escribían, que los regalaban. Sólo yo acostumbraba de tarde en tarde a recibir dos letras de mi tío Ramón, en las que me anunciaba el envío de lo indispensable.
Como en esta sociedad brillante y llena de elegancia, á pesar de algunos recuerdos, que conservaba todavía de la Edad Media, reinaba una cultura muy refinada, casi excesiva, ese mismo colorido resplandeció después en los cuadros poéticos de Calderón, siendo éstos un espejo de las clases sociales distinguidas, para cuyo recreo se escribían.
Si los escribían clérigos ó poetas ilustrados, debieron usar de los versos de arte mayor, ó de otros artísticos semejantes; pero si suponemos que fueron compuestos por cantores populares, ó improvisados por los actores, debieron emplear naturalmente el verso octosílabo del romance, el más fácil y natural á la poesía popular.
Menester es también que, como aquel público para quien se escribían esas piezas, consideremos como sucesos ordinarios á las muertes causadas por los celos, por la venganza ú otros motivos análogos, sin impresionarnos por ellas vivamente, ni creer que interrumpan en lo más mínimo la tranquilidad del espectáculo, porque muchas veces encontramos el deber de vengar la muerte de un pariente en lucha con otros deberes, la ocultación de alguno que ha matado á su adversario en desafío, ú otros sucesos de la misma índole, trágicos, según nuestras ideas, pero usados entonces como resortes de los enredos más cómicos; á menudo vemos también, en medio de escenas de la misma clase, que un padre ó un hermano sacan su espada y matan á la hija ó á la hermana, de quienes recelan, afligiéndonos y haciéndonos sospechar un desenlace triste, mientras que los españoles de entonces no se preocupaban mucho de estos hechos, ni se perturbaba en lo más mínimo por esos casos frecuentes la serenidad aneja al conjunto dramático.
Palabra del Dia
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