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Estas buenas gentes han tenido la inocente crueldad de venir a repetir llorando esta noticia. Ignoro quién se ha cuidado de esconder a mis ojos los periódicos que explicaban esta especie de trágica aventura, cuyo origen ignoraba.

No iré en casa de Lucía; pero en cambio, y para estar seguros uno de otro, me vas a esconder esta noche en tu casa, de modo que pueda ser testigo de la visita del duque y convencerme por mismo de que no me engañas. No puede ser respondió altiva María. Pues bien dijo Pepe , ya sabes dónde voy en saliendo de aquí.

Como antes de penetrar el señor Colignon le anunció, al modo de heraldo, un resplandor rojizo y canicular, Belarmino se apresuró a esconder el libro y el cuadernito de notas. Oh, monsieur le cordonnier!

Pondré singular cuidado en que ignore esto Juan Pablo Rubín, que fue quien me presentó a ti, en la calle, ¿te acuerdas?, y de ahí viene nuestro dichoso conocimiento. Estas relaciones las hemos de esconder y reservar hasta donde sea humanamente posible. Verás qué bien vamos a estar.

Y, afanándome por esconder una lágrima, salí murmurando furiosamente: ¡Canalla de Ti-Chin-Fú! ¡Por tu causa! ¡Viejo malandrín! Al día siguiente salí para Tien-Hó, acompañado de Sa-Tó, el respetuoso intérprete, una larga fila de carretas, dos cosacos y todo un pueblo de koolíes.

Han visto buenos pastos y muchos arroyos de las sierras, con buena agua: la pampa igual á la del N, por donde transitamos. Todo el camino se compone de lomas, unas suaves y otras algo ásperas con algunas piedras; en su cumbre hay grandes valles y profundos, donde se puede acampar ó esconder el número de gente que fuere; y hay sitios donde no pueden ser vistos hasta no estar encima. Dia 11.

Clotilde pintaba con frase apasionada el retiro donde irían a esconder su felicidad: un cuarto alto del barrio de Salamanca, lleno de luz, un nido risueño donde Inocencio trabajaría en su despacho, escribiendo comedias, mientras ella bordaría a su lado en el mayor silencio: cuando se fatigase, charlarían un instante para descansar y después le daría un beso y emprendería de nuevo su tarea: por la noche saldrían cogidos del brazo a dar una vuelta y a casa otra vez: nada de teatro; lo aborrecía con toda el alma: en la primavera irían a pasear por las mañanas al Retiro y tomarían chocolate entre los árboles; en el verano a pasar un mes o dos a la provincia de Inocencio a proveerse en el campo de buen color y de salud para el invierno.

Era una estupidez que persona de tal mérito tuviera que esconder su buena ropa, ponérsela a hurtadillas e inventar mil mentiras para justificar el uso de diversas prendas que parecían ajustadas a su hermoso cuerpo por los mismos ángeles de la moda.

Pasó el caso de esta manera: Iba un día el P. Machoni llevando de Rancho en Rancho una holla de comida para darla á los enfermos; encontróse con una india que traía al pecho un niño que estaba ya para espirar; no pudo ella huir y esconder tan presto su criatura de suerte que el Padre no la viese.

Se las educaba en la inmodestia, de donde resultaba que estas tales niñas apenas podían esconder, bajo el barniz de la urbanidad, el desprecio que sentían hacia todo lo que fuera o pareciese inferior a la esfera en que ellas estaban.