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Actualizado: 3 de junio de 2025


13 Fortificado, [pues], Roboam, reinó en Jerusalén; y era Roboam de cuarenta y un años cuando comenzó a reinar, y diecisiete años reinó en Jerusalén, ciudad que escogió el SE

Esta metáfora traducida a buen romance quiere decir que Leonorcica, lejos de lloriquear y tirarse de las greñas, tocó generala, revistó a sus amigos de cuartel, y de entre ellos, sin más recancamusas, escogió para amante de relumbrón al alférez del regimiento de Córdoba don Juan Francisco Pulido, mocito que andaba siempre más emperejilado que rey de baraja fina. Mano de Historia

Retirado a aquel lugar, comenzó a llevar una vida de Róbinson . Escogió la parte más agreste de las montañas; construyó una choza, desmotó el terreno, y haciendo algunas excursiones a las aldeas cercanas, se proporcionó semillas y cuanto se necesitaba para sus proyectos. Sus viajes de soldado por el centro de la República le han sido muy útiles.

Así cuentan de un tal indio llamado Ignacio que no sabe vivir sin andar en busca de infieles y ganando almas á Cristo; y el P. Juan Bautista de Zea, en su ida á los Zamucos, le escogió por capitán de los demás, y á él singularmente fiaba los negocios más graves del bien de aquella gente.

Por libros y relaciones de la época se sabe que en aquella entrevista la Corte de España desplegó pompa y aparato impropios de ocasión tan desastrosa; pero si este error fue hijo de la vanidad real o la adulación cortesana, Velázquez cumplió su obligación adornando las estancias con magníficos tapices de palacio, algunos de los cuales se conservan y prueban el gusto con que nuestro gran pintor los escogió.

El obispo Trejo y Sanabria concibió la idea de crear un centro de estudios superiores y a este fin escogió la ciudad de Córdoba, como la más conveniente y centralmente situada para las posesiones españolas del sur que hoy forman las repúblicas de Argentina, Chile, el Paraguay y el Uruguay.

Y rebuscando en el saco de sus herramientas, escogió una hoz, la atravesó en su faja y salió de la vivienda, sin que Pimentó intentase atajarle el paso. A tales horas nada malo podía hacer el viejo: que durmiese al raso, si tal era su gusto. Y el valentón, cerrando la barraca, se acostó.

¡Qué dedo tenía Sila! observó al fin; caben dos de los nuestros; como digo, decaemos. Tengo aun otras muchas alhajas... Si son todas por el estilo, ¡gracias! contestó Sinang; prefiero las modernas. Cada uno escogió una alhaja, quien un anillo, quien un reloj, quien un guardapelo.

Tal fue el cartero que escogió Pepe para asegurar su correspondencia con Paz, ocultándola, por supuesto, que él trabajaba en la misma imprenta donde aquél era aprendiz. Si te pido que me hagas un favor, ¿podré contar contigo? le dijo un día Pepe. Mande Vd. lo que quiera repuso el futuro cajista. La cosa ha de quedar entre y yo; no quiero que nadie lo sepa, ¿entiendes? Ni el señor Millán.

36 De los cielos te hizo oír su voz, para enseñarte; y sobre la tierra te mostró su gran fuego, y has oído sus palabras de en medio del fuego. 37 Y por cuanto él amó a tus padres, escogió su simiente después de ellos, y te sacó delante de de Egipto con su gran poder;

Palabra del Dia

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