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Todos los días guardo algo, y eso que ahora gasto más que nunca. Hay que ser chic, como mi novia. Toledo se limitaba á contestar con una sonrisa equívoca. La dicha de Novoa iba acompañada de cierto orgullo. Tenía á su futura compañera por una gran dama, de mayor capacidad intelectual y más serios estudios que todos las de su clase. Era pobre, y por eso vivía en un estado casi de servidumbre.

Pasaban los camareros sosteniendo con ambas manos vasijas de metal, de cuyas bocas surgían golletes de botellas entre pedazos de hielo. Sonaban incesantemente los estampidos del vino espumoso. Muchos se creían en una posición equívoca si no acompañaban su comida con champaña en esta noche de fiesta.

Al despertar busca Dorotea á su amante, y encuentra sólo guerreros moros que se apoderan de ella y la hacen prisionera; no largo tiempo después es libertada por soldados cristianos, y conducida á una casa de Guadix, en donde se junta de nuevo con Gómez Arias. Este se hallaba allí para robar otra doncella; pero se equivoca de noche, llevándose á Dorotea. Al romper el día conoce su error.

El rostro del gitano adquiría una expresión equívoca, cuando, al fogonazo de un tiro que partió de lo alto de la montaña, se vio a los aduaneros que se preparaban y tomaban posiciones. Toda esperanza de retirada por aquel lado se había perdido. ¡Virgen santa!, ¡sálvenos, señor capitán, sálvenos! dijo el fraile ; ¡la salida! ¡Señor! ¡indíquenos la salida!

Un pueblo libre no se equivoca. Con sentencias sacadas de las Gacetas, amigo Rufete, poco adelantamos. Yo veo que las divisiones son hondas, que el partido liberal, por estar disperso y perseguido, no tiene ya una idea fija y común sobre nada. El ejército, que antes era amigo de la Constitución del 12, ahora va donde le llevan, y es realista con el conde de España y templado con Llauder.

»Se equivoca usted le dije: la mejoría que siento la debo a usted, a su presencia. »En efecto, no me había sentido tan feliz en ninguna época de mi vida. Segura de y de mi corazón, Carlos temía hablarme de sus esperanzas, y mi reserva igualaba a la suya. Yo necesitaba decirle: ¡Este corazón te pertenece!

Pero creí que mi salud era la causa de su pena y de sus inquietudes, y el interés que manifestaba hizo que se aumentase el amor que por él sentía, admirando los cuidados de que me rodeaba. »Causábame indecible satisfacción deber la salud solamente a él y a su talento! »¡Ah! me dijo: se equivoca usted al creerme sabio; no lo soy. »Así, pues, ¿no es usted un célebre médico? »¡Ah!

La Pipaón no la trataba ya con tanta altivez, aunque cuidando siempre de establecer la diferencia que existe entre una señora honrada y una mujer de conducta misteriosa y equívoca.

Sale uno al encerado a exponer un teorema, y a lo mejor se equivoca, porque es muy fácil equivocarse... ¿V. cree que se lo advierte? ¡Nada! El muy perro se queda serio como un poste, y V. no sabe que se ha equivocado hasta el fin, después de una hora...

Ya Tieck dijo de este drama que hay en él mucha obscuridad, enredos y disensiones, intereses que se cruzan y antítesis que se desenvuelven con mucho ingenio; pero que se equivoca por completo quien espere encontrar en él una sola chispa del fuego amoroso de la tragedia de Shakespeare.