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En aquel instante, cierto caballero que por su riqueza y noble rango disfrutaba en aquellos bastidores de gran predicamento y libertad, llegándose de puntillas á Virginia la cogió por el talle. Ella volvió la cabeza. «Se equivoca usted, caballero exclamó, no soy de la casa

Una de mis piernas estaba enlazada por nudosos bejucos que traté en vano de romper. No se halla uno bastante libre en una agua profunda sobre un fondo viscoso, para desplegar todas sus fuerzas: estaba por otra parte medio ciego por el repulso continuo de la onda espumante. Además sentía que mi situación se hacía equívoca. Arrojé una mirada hacia la ribera.

Le presentó a viudas cuyos maridos nunca habían estado en París, a mujeres legítimamente casadas pero indispuestas con su familia, a marquesas desterradas del faubourg a consecuencia de un escándalo, a personas respetables que vivían espléndidamente sin fortuna conocida. Aquella sociedad heterogénea estaba relacionada de una parte con el gran mundo y de otra con las gentes de conducta equívoca.

¿Zabe uzté cómo llaman las monjas en mi país a este pezcao? me preguntó mi compañero, cortando un trozo de japuta y llevándoselo a la boca. Le miré sin contestar: El pezcao del nombre feo. Y dejó escapar al mismo tiempo aquella risita equívoca, parecida a un chillido nacido y apagado en la garganta y que era en él la suprema explosión de alegría.

Enojado de que dudasen si tenia alma, un raciocinador de la banda, mas osado que los demas, observó al interlocutor con unas pínulas adaptadas á un quarto de círculo, midió dos triángulos, y al tercero le dixo así: ¿Con que creeis, señor caballero, que porque teneis dos mil varas de piés á cabeza, sois algun?... ¡Dos mil varas! exclamó el enano, pues no se equivoca ni en una pulgada. ¡Con que me ha medido este átomo! ¡con que es geómetra, y sabe mi tamaño; y yo que no le puedo ver sin auxîlio de un microscopio, no aun el suyo!

Picaresca es en cierto modo La Regenta, lo que no excluye de ella la seriedad, en el fondo y en la forma, ni la descripción acertada de los más graves estados del alma humana. Y al propio tiempo, ¡qué feliz aleación de las bromas y las veras, fundidas juntas en el crisol de una lengua que no tiene semejante en la expresión equívoca ni en la gravedad socarrona!

Yo creo que nuestra vanidad no debe hacernos perder la cabeza, si queremos reparar en su equívoca calidad.

¡Francisca! protestó la señora de Dumais que llegó con la abuela adonde estábamos nosotras. La abuela sonrió con expresión equívoca, pues no aprecia el carácter libre de que se jacta Francisca. Pertenece ésta, en efecto, a un género poco conforme con las sanas tradiciones, que son las que gustan a la abuela y a sus amigas. No hay, pues, ninguna más criticada ni vigilada que mi pobre Francisca.

La verdad es que todo esto, doña Nieves y las placeras sus amigas, las mujeres de equívoca decencia que iban allí acompañadas de madres postizas, el mozo y sus familiaridades, el pianista y sus habaneras, aburrían a Juan Pablo soberanamente. Para colmo de hastío, Feijoo no era puntual y faltaba muchas noches.

El peludo señor perdió por completo la cabeza, y temiéndolo todo de la bellaquería de la condesa, que tenía él muy bien conocida, pidió a toda prisa un simón, y sin acordarse para nada de que su barba sin teñir iba a revelar el hasta entonces bien guardado secreto a las lenguas más hábiles en cortar sayos que encerraba la corte, corrió al palacio de aquella equívoca oveja que tanto le importaba conservar en el redil alfonsino.