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Actualizado: 6 de junio de 2025


Y lo que más le entusiasmaba era que ésta había aceptado sus amores sin aquella reserva que el temor de ser engañadas obliga a manifestar a las muchachas, cuando un joven de condición superior se dirige a festejarlas. Maximina fue su novia sin que tuviese necesidad de vencer escrúpulos y prevenciones que el cálculo o la malicia introduce en el pensamiento de aquéllas.

«Aquello entusiasmaba, abría el corazón a la esperanza»; y por esto el señor Cuadros, que desde que era tan afortunado en la Bolsa se permitía tener ideas conservadoras, murmuró como un oráculo: ¡Y aún dicen que no hay fe! Por fortuna, la religión de nuestros padres vive y vivirá siempre. Aquí quisiera ver yo a los impíos. La religión es lo único que puede contener a toda esa gente de abajo.

Sanabre se entusiasmaba hablando del convertidor de Bessemer; el gran descubrimiento industrial que había abaratado el acero, enriqueciendo á Bilbao al mismo tiempo, pues exigía minerales sin fósforo, como los de las montañas vizcaínas.

Desde entonces, la majestuosa viuda empezó á pensar en lo urgente que era librarse de este aspirante á la dignidad de yerno suyo. La gallardía física del buen mozo, su aventura militar, que tanto entusiasmaba á las jóvenes, y sus destrezas de danzarín, eran para la señora Haynes otros tantos títulos de incapacidad.

Como doña Manuela era la vecina más encopetada y su casa la mejor de la plazuela, los pedigüeños pusiéronse bajo su protección, y elogiaron rastreramente su riqueza, la belleza de las niñas y hasta la suya propia: todo para sacarla cinco duros. La proyectada hoguera entusiasmaba a los vecinos, siendo el eterno tema de conversación en las porterías y establecimientos de la plazuela.

A pesar de su aspecto de decoración de ópera, que tanto entusiasmaba a doña Manuela, el tal chalet no pasaba de ser una casa de vecindad, enclavado como estaba entre otras construcciones de la misma clase, todas frágiles y pretenciosas, con sus jardincillos como sábanas, y sobre la verja, en letras doradas, los campanudos títulos de Villa-Teresa, Villa-María, etcétera, según fuese el nombre de la propietaria.

Todo se acabó dijo la dama . Hay que olvidar lo pasado, ya que cuando lo vemos por segunda vez no se presenta con los mismos colores. ¡Qué diera yo por tener los ojos de antes!... Al volver a España la encuentro otra. Usted también es diferente de como le conocí. Hasta me pareció el otro día, viéndole en la plaza, que era menos atrevido... que la gente se entusiasmaba menos.

Mi mujer, al revés de muchas provincianas que juzgan rebajada su dignidad si se asombran o admiran de algo al entrar en la capital, se admiraba y entusiasmaba con todo lo que veía. El paseo de coches del Retiro, los suntuosos escaparates, los grandes edificios, el lujo del teatro Real, la hacían prorrumpir en exclamaciones de placer y de asombro. El teatro, sobre todo, la seducía.

Si se entusiasmaba hablando de sus marchitos laureles, abría las arcas, abría los armarios, y seda, galones y plumas, abalorios y cintajos en mezcla de colores chillones saltaban a la alfombra, y en aquel mar de recuerdos de trapo perdía la cabeza Quintanar.

Siempre existirían ricos y pobres, hambrientos y ahítos; sólo los locos o los criminales podían soñar con la igualdad. ¡La igualdad!... Dupont valíase de un ironismo que entusiasmaba a su auditorio.

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