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Convinieron, pues, en que a contar del día siguiente al de la entrevista empezarían de nuevo, y durante la siesta de la baronesa, los interrumpidos estudios sobre la acuarela, bajo la dirección de Fabrice.

Á pesar de lo frígido del contacto de aquellas manos, se sintieron al fin habitantes de la misma esfera, desapareciendo lo que había de extraño y misterioso en la entrevista.

Una criada de Laura, que se parece mucho á su señora, y un cierto Octavio, secretario del Príncipe, se conciertan para poner en obra los planes del Rey; la criada se viste con el traje de Laura, y celebra de esta suerte con Octavio una tierna entrevista, que presencia el príncipe Oranteo.

Pocas horas más tarde, don Tadeo y dos caballeros amigos suyos celebraron ante él una entrevista, le dieron algún dinero, instrucciones y orden de marchar a Madrid. El curato quedó abandonado; mas ¿qué importaba descuidar la salud de unos cuantos por el servicio de todos?

«Esta noche quiero hablar con usted dijo Rubín categóricarnente . Vendré a las ocho y media. ¿Me da usted palabra de no salir... o de esperarme para salir conmigo?». Diole ella la palabra que con tanta necesidad le pedía el joven, y así concluyó la entrevista. Rubín se fue corriendo a su casa.

Vengamos a lo que motiva esta entrevista, dijo de pronto Margarita. Le he llamado a usted para algo que se relaciona, en cierto modo, con nuestra conversación, según el giro que ha tomado, y se lo diré en dos palabras.

Lo mismo que yo con un marido, murmuré con unos latidos del corazón que no me dejaban respirar. «Ahora bien, señora, no creo que se puede amar a una joven que en la primera entrevista aparece desempeñando un papel convenido de antemano.

La letra escarlata no había llenado el objeto á que se la destinó. Ahora, sin embargo, su entrevista con el Reverendo Sr. Dimmesdale en la noche de la vigilia de éste, la había proporcionado nueva materia de reflexiones, presentándole en perspectiva un objeto digno de toda clase de esfuerzos y sacrificios para conseguirlo.

Ya fuera de la habitación, noté que Federico, en lugar de dirigirse a la derecha y al puente levadizo, torció a la izquierda y sin decir palabra me hizo subir una escalera y nos hallamos en un amplio corredor del castillo. ¿Adónde vamos? pregunté. Ella ha enviado a llamarle respondió Tarlein sin mirarme. Cuando haya terminado esta entrevista, vuelva usted al puente. Allí lo esperaré.

Y á continuación, para cortar la entrevista, recordó á su marido la conveniencia de hablar poco, de no cansarse, de estar solo. ¡Pero, si es Luis! dijo el gigantón sin atreverse á mirar á su esposa. ¡Si con este tengo el mayor gusto en hablar! ¡Si deseaba mucho que viniese!... Ya ves, es el último que queda de mi familia. Somos como hermanos.