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Actualizado: 11 de mayo de 2025
Otro milagro El siguiente milagro pone en evidencia los manejos del demonio y demuestra al propio tiempo que las almas no se pueden condenar tan fácilmente cuando el mortal acude a la protección de un patrón poderoso. Púsose el Santo en oración e hizo venir al diablo visiblemente, y le mandó que le entregara la cédula al hombre, siendo testigos de este milagro muchos millares de personas."
Porque no šoys vošotros losque hablays, šino el Ešpiritu de vueštro Padre, que habla en vošotros. El hermano entregará
Sí, señor, contestó con mucho reposo la mujer. Cuando usted guste, puede pasarse por mi casa, que mi marido le entregará la llave. ¿Qué retórico, por sábio que fuera, escribiria una alegoría más vigorosa, más bien expresada, más significativa, sin dejar de ser decorosa y honesta? Segunda curiosidad.
Es verdad... ¿Y si ahora, el D. Romualdo que acabamos de ver nos resultase un ser figurado, una creación de la hechicería o de las artes infernales... vamos, que se nos evaporara y convirtiera en humo, resultando todo una ilusión, una sombra, un desvarío?... ¡Señora, por la Virgen Santísima! ¿Y si no volviese más? ¡Si no volviese!... ¡Que no vuelve, que no nos entregará la... los...!».
La vida moderna le ofrecía a cada paso ejemplos de hijas de familias poderosas a quienes por un capricho amoroso había que casar con un mal periodista, con un abogadillo, con un cualquiera, aún de lo más pobre de la clase media; pero, ¿quién vio jamás en estos tiempos que una señorita hecha a pisar alfombras y ceñirse el talle con sedas, entregara la mano a un jornalero?
Don Ramón continuó: Pues Guzmán el Bueno, para no entregar a Tarifa, envió a los moros un cuchillo con que degollasen a su hijo muy amado. Los dineros son la Tarifa de mi mujer, y no los entregará aunque me degolléis. Lo que no hará tampoco, echando con esto la zancadilla a Guzmán el Bueno, es el gasto inútil de enviaros el cuchillo, aunque sea el peor de la cocina.
Pablo ha de salir a las tres, son las doce y media, aun no he visto si la mesa está lista, y ya sabes que mi papá come a la una en punto; suena el reloj, y no bien acaba de dar la hora ya le tienes en el comedor, dando palmadas y pidiendo la sopa. «Pablo te entregará una cajita; en ella va un pañuelo; he bordado el monograma en los ratos desocupados.
»El Conde de Miranda, que él ha sido el que ha hecho más oficios con V. M. por la mujer y hijos de este hombre, para que V. M., apiadándose de la grandeza de su necesidad, les hiciese la merced que les ha hecho; pero que por el hombre no puede interceder, siendo el que ha sido y el que es, y que si estuviera en un calabozo, por ventura se doliera dél; y que lo que conviene para el ejemplo público y para todo, es que, si puede ser habido, se castigue como obligan las leyes divinas y humanas, pues ha sido infiel á Dios y á su Rey y Señor natural; y que aun cuando entregara á V. M. dos ó tres fuerzas, no sabe si viniera en lo que se propone, y tanto menos estando agora actualmente ofendiendo á ambas Majestades; y que él se ve reducido á términos que ya el de Francia ni nadie se fía dél, y que tanto más sería de mal ejemplo y consecuencia que V. M. se sirviese ni fiase dél; y que aunque en los Reyes no ha de haber rencor, han de ser constantes y firmes en favor de la justicia, y que así en lo que se ha de poner la mira es en procurar de haberle á las manos, porque la misericordia de los Reyes no ha de ser para tan malos y perversos hombres; y que no es menos necesario que los Ministros entiendan que si cayeren en semejantes delitos, no ha de haber misericordia para ellos; y que á la mujer y hijos podrá V. M. hacerles la merced y bien que fuere servido.
¡Pues bueno! obedezco... me iré mañana... si no hay vapor en nuestros puertos marcharé a tomar uno en Inglaterra... Esta noche le mandaré la carta para Fabrice... se la entregará usted en tiempo oportuno... Adiós, señora... Estrechó efusivamente con sus dos manos la mano de la vizcondesa y se retiró. Dos días después se embarcaba en el Havre con rumbo a los Estados Unidos.
Desde que se casó con la comercianta en paños de la calle de Postas, dejó las musas, que no le produjeron nunca gran cosa ni le ayudaron á sacar el vientre de mal año. Continuaba, sin embargo, con sus aficiones; y ya que no se entregara al penoso trabajo de la creación, solía dedicarse al de la crítica, más fácil y llevadero.
Palabra del Dia
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