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Actualizado: 13 de junio de 2025


En el cristal del almacén, escrito con letras negras, se leía un nombre medio borrado: Fermín Itchaso. Entramos en el establecimiento el capitán de la Dama Zuri y yo. Hablé yo con un hombre joven que nos salió al encuentro, y que no comprendía el vascuence. El capitán, paisano mío, no sabía el francés, y quería entenderse directamente con el comerciante.

Su idioma es una corrupcion del guaraní; mas no tan alterado, que dejen de entenderse muy bien con los Chiriguanos. El carácter de esta nacion es totalmente distinto del de los Guarayos: en vez de ser dulces y afables como estos, son muy poco dados, y viven en el corazon de las selvas mas impenetrables, errantes y divididos en pequeñas familias, sin otra ocupacion que la de la caza.

Gualtero sostenía conversación animada y al parecer muy interesante con la hermosa doncella, expresándose él en una mezcla de francés é inglés y ella en graciosas frases franco-italianas, lo cual no les impedía entenderse perfectamente.

¡Pues yo le digo que me río de esa sociedad, de ese ingeniero y de usted que me viene con semejantes embajadas! exclamó aquél, aunque sin reirse como afirmaba, sino presa de un furor insano. Yo no hago más que cumplir un encargo, D. Félix... La sociedad quisiera entenderse con usted en buena armonía... ¡Le digo á usted que me río de esa sociedad! gritó D. Félix enteramente descompuesto.

Me desprendía de mismo lo bastante para considerar, como espectador en un teatro, aquel cuadro singular compuesto por cuatro personas íntimamente agrupadas después de un baile, examinándose unas a otras, silenciosas, deseando acercarse en la misma forma que en otro tiempo y hallando un obstáculo; tratando de entenderse como otrora y no pudiendo conseguirlo.

Y gracias que, por pereza, se había decidido a dejarle aquel tesoro. Don Cayetano le había hablado con mucha seriedad de la Regenta. «Don Fermín le había dicho usted es el único que podrá entenderse con esta hija mía querida, que a iba a volverme loco si continuaba contándome sus aprensiones morales. Soy viejo ya para esos trotes. No la entiendo siquiera.

Este conspicuo sujeto fué el encargado de entenderse nada menos que con el famoso Thiers, el cual debió pasar muy buenos ratos en su compañía y en el de las hembras y mozos de tronío que para festejar al francés se reunieron en la calle Jimios, al olor de un buen pago.

Media hora duró la conversación, y debieron de entenderse, porque al despedirse, don Juan decía: Marearle un poco, mucha conversación, nada de hacerle concesiones, de cuando en cuando una dedadita de miel... y, sobre todo, que lo sepa su mujer. Vaya usted descuidado: le voy a volver tarumba. <tb>

En fin aquellos hombres acabaron por no entenderse, y fué preciso encerrarlos de nuevo en sus tumbas para que no se desacreditasen y no perdiesen sus títulos á la inmortalidad. Lo que veia el uno no acertaba á verlo el otro, aquel reputaba á este por estúpido, y este á su vez le pagaba con la misma moneda.

¡Juntas! ¡Estaban juntas! ¡Se hablaban, se sonreían, parecían entenderse!... Se le antojaban un símbolo, el símbolo del pacto absurdo entre el deber y el pecado, entre la virtud austera y la pasión seductora... ¡Qué barbaridades pienso esta noche! se decía Bonis ; y se puso a figurarse que aquellas mujeres que hablaban como cotorras, y parecían de acuerdo, y se sonreían, y se entusiasmaban con su diálogo, se estaban diciendo, ¡qué atrocidad!, cosas por el estilo: «, señora, decía Emma en la hipótesis absurda de su marido ; puede usted quererle todo lo que guste; comprendo que usted se haya enamorado de él, y él de usted.

Palabra del Dia

rigoleto

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