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Actualizado: 23 de mayo de 2025
Se enredó su lengua al decir esto, pero á través de los balbuceos surgía una firme convicción, incapaz de rectificarse. En fin, yo me entiendo. Para mí, es un poeta: un hombre con alas... con unas alas muy largas.
No podía ser de más actualidad el argumento, basado en los sucesos políticos de Valencia de 1869. Jugaba en el enredo un espía, un vil espía, perseguidor y delator de una familia republicana a machamartillo.
Inexperto en el arte de mandar los ejércitos, se enredó nuevamente en el sitio del Cuzco, del que tuvo que desistir segunda vez, no por la resistencia que le oponia la ciudad, sino por el miedo de ser atacado por la fuerza de Valle.
Mas no queriendo que su señora se enterase de tanta desventura, armó el enredo de que le había salido una buena proporción de asistenta, en casa de un señor eclesiástico, alcarreño, tan piadoso como adinerado. Con su presteza imaginativa bautizó al fingido personaje, dándole, para engañar mejor a la señora, el nombre de D. Romualdo.
Pues me río del enredo novelesco que has armado en tu cabeza, convirtiendo en príncipe indio o en algo semejante... a mi antiguo amigo y camarada de universidad, Isidoro Ziegesburg. Esas son simplezas tuyas.
Quizá el enredo estaba preparado de antemano, acaso tenía a esta niña de cabello rojo, como el de su madre, en Sacramento, a una distancia conveniente, y preparada para traerla cuando fuese oportuno. Recordó entonces los asiduos viajes debidos, según decía él, a negocios. Acaso la madre estaba también allí; pero no, se había ido hacia el Este.
Mi deseo por ver descuidada y sola conmigo mismo á mi doña Catalina, me ha traído á saber el grande apuro en que se halla la pobre mártir, la infeliz Margarita de Austria. Enredo, enredo y siempre enredo. Y el buen ingenio seguía adelante. Y ¡vive Dios, que ya sudaba!... no sabía cómo seguir diciendo al rey palabras y no más que palabras.
El enredo se había hecho terrible cuando yo encontré en el zaguán de la casa del duque de Lerma á don Juan, que como yo había ido allí en busca del cocinero de su majestad, y se agravó hasta hacerse negro, lúgubre, al caer don Rodrigo bajo la espada de don Juan.
Moreto tuvo que luchar con Calderón en su desenvolvimiento dramático, habiendo logrado, en particular en la primera de estas comedias, y no obstante la superioridad en este terreno de su gran modelo, presentarse como original, y, de un enredo lleno de lugares comunes desordenados y confusos, deducir un desenlace de los más sorprendentes.
Me quemaron vivo, porque... verá usted... había en aquella iglesia, digo, templo, una sacerdotisita que me gustaba... de lo más barbián, ¿se entera usted?... ¡y con unos ojos... así, y un golpe de caderas, Sr. D. Francisco...! En fin, que aquello se enredó, y la diosa Isis y el buey Apis lo llevaron muy á mal.
Palabra del Dia
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