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Actualizado: 22 de mayo de 2025
La mujer de Zarandilla y Rafael, ayudados por aquella tropa, arreglaron las habitaciones del amo. Dos quinqués humosos dieron luz a la gran sala de enjalbegadas paredes, adornadas con algunos cromos de santos. Los hombres de confianza de don Luis, doblando el espinazo con cierta pereza, sacaron de espuertas y cajones todas las vituallas traídas en el carruaje.
A lo largo de las paredes enjalbegadas abríanse sin simetría las puertas y ventanas de las habitaciones que venían ocupando los servidores de la catedral, transmitiéndose oficio y vivienda de padres a hijos. El claustro, con sus pórticos bajos, ofrecía el aspecto de cuatro calles, cada una de las cuales sólo tenía una fila de casas.
Estaban en una sala de paredes enjalbegadas de un blanco de hueso, con zócalo de ladrillos blancos también. La pieza aparecía dividida por un muro hasta el límite del zócalo, con grandes espacios abiertos entre las pilastras que sostenían el techo. Isidro vio muchas camas de hierro con cubiertas de percal floreado, y junto a ellas mesillas con redomas y escupideras.
Yo no digo que no pidan los de Bargas; pero no van a otros pueblos a pedir. Ha pasado otra estación y las viejas han descendido con sus cestas y sus sacos. Y yo me quedo solo en el coche. A lo lejos, sobre la línea del horizonte, destacando en el azul límpido, aparece el enorme castillo de Barciense, y al pie resaltan los puntitos blancos de las casas enjalbegadas. Llego a Torrijos.
Hay graneros oscuros, sosegados, silenciosos, con largas filas de alhorines hechos de delgadas citaras. Hay un tinajero para el aceite con veinte panzudas tinajas, cubiertas con tapaderas de pino, enjalbegadas de ceniza. Hay una gran bodega, con sus cubos, sus prensas, sus conos, sus largas ringleras de toneles. Hay una almazara, con su alfarje de molón cónico, y su ancha zafa, y su tolva.
Las paredes altísimas, simplemente enjalbegadas de cal, desaparecían en unas piezas bajo filas de cuadros antiguos, y en otras detrás de ricas colgaduras de colores vivos que el tiempo no lograba apagar.
No eran éstas de mármol desgraciadamente porque los recursos del hidalgo no lo consentían, pero estaban enjalbegadas primorosamente y de lejos producían el mismo efecto. Desde aquel templete abierto se disfrutaba una vista deleitosa. Un gran círculo de colinas y montañas. Desparramados sobre sus faldas multitud de caseríos. En lo más alto á la izquierda la gran Peña-Mea.
Allí se detuvo; volvió a echar una mirada recelosa a entrambos lados de la calle, y entró resueltamente en el portal. Era amplio, con pavimento de guijarro como la calle, las paredes lisas y enjalbegadas de mucho tiempo, tristemente iluminado por una lámpara de aceite colgada en el centro.
Durante el día, sus paredes enjalbegadas la destacan en blanco del fondo verde de la huerta que le rodea; por las tardes, en cuanto el sol se pone, centenares de cristales se alumbran en su fachada; ya de noche, las luces del interior irradian su luz por las ventanas, y, como la de un faro, brillan á diez leguas de distancia.
Es un angelote pensaba. ¡Que le vaya a éste Salvatierra con que el mundo está mal arreglado y hay que volverlo como quien dice del revés!... Montenegro pasó por la calle Larga, la principal de la ciudad; una vía ancha con casas de deslumbrante blancura. Las portadas señoriales del siglo XVII estaban enjalbegadas cuidadosamente lo mismo que los escudos de armas de la clave.
Palabra del Dia
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