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Actualizado: 17 de junio de 2025
Tosía continuamente, sintiendo cierta opresión en el pecho. Los conocimientos que había adquirido del cuerpo humano, en su afán de estudiarlo todo, no lo permitían engañarse. Moriría como la pobre Lucy.
Al ver que los dos hombres parecían vacilar, añadió: No es posible engañarse... Cuando oigan ustedes chillar es que han llegado. Tragomer se echó á reir y dijo: Gracias, señora. No hay de qué. La buena mujer continuó frotando su cacharro y Tragomer oyó que gruñía: Más comienchos con mucho gabán de pieles y sin un céntimo en el bolsillo.
No era reina de comedia, sino reina verdadera. Se miraba y se volvía a mirar sin hartarse nunca, y giraba el cuerpo para ver como se le enroscaba la cola. Pero qué, ¿iba a entrar realmente en el salón de baile? Su mentirosa fantasía, excitándose con enfermiza violencia, remedaba lo auténtico hasta el punto de engañarse a sí misma. De repente oyéronse pasos.
El pobrecito quería engañarse a sí mismo, haciéndose el valiente; mas al fin se entregó. «Tú tienes jaqueca» le dijo su tía. «Sí que la tengo replicó él con desaliento, llevándose la mano a los ojos ; pero quería olvidarla a ver si no haciéndole caso, se pasaba. Pero es inútil; no me escapo ya. Parece que se me abre la cabeza.
Para cumplir con el precepto del sábio, nil admirari, se necesita estar en el pleno egercicio de sus facultades, y haber contraido cierto hábito de dominar sus sentidos, siempre propensos á fascinar, y á engañarse. ¡Cuan distantes estaban los conquistadores de América de este estado de sosiego! Para ellos todo era motivo de arrebato.
Había tratado de forjarse una especie de ilusión, exponiendo al público el espectáculo de una conciencia culpable, pero consiguió solamente recargarse con un nuevo pecado, y agregar una nueva vergüenza á la antigua, sin obtener siquiera el momentáneo consuelo de engañarse á sí mismo. Había hablado la pura verdad, transformándola sin embargo en la falsedad más completa.
No dejó de pensar en él, ni la asistieron fuerzas para engañarse mintiendo que tenía sobre sí imperio para olvidarle. Su imaginación le buscaba unas veces con la rabia de los celos, otras con la amargura del despecho, ya saboreando la memoria recuerdos de promesas dulcísimas, ya pagando a la esperanza muerta el inapreciable tributo de sus lágrimas.
Estuvo muchos días sin confesárselo, procurando engañarse a sí mismo, desviando los ojos para no verla. Llegó un momento, sin embargo, en que ya no fue posible. La infame se había ido enroscando cautelosamente a su alma, se había apoderado insensiblemente de toda ella. ¡Qué estupor! ¡Qué horrible desconsuelo! La Biblia es la palabra de Dios. Lo que Dios sugiere es la infalible verdad.
Todo está bien pensado dijo ; pero en ese plan, ¿por qué ha de incluir usted solamente á mi esposo? ¿Por qué no puedo marcharme yo también con ustedes? Torrebianca quedó sorprendido por la proposición. Horas antes, al volver Elena á casa, había mostrado una gran confianza en el porvenir para animar á su marido y tal vez para engañarse á sí misma.
Verdad era que la idea de ser objeto de los ensueños que confesaba la Regenta, le halagaba; esto no podía negarlo, ¿cómo engañarse a sí mismo? ¡Si apenas podía mantenerse sentado sobre la tabla dura!
Palabra del Dia
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