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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Cada vez que le traían a D. Bernardo la noticia de una nueva calaverada, de un nuevo suspenso, se ponía a las puertas de la muerte, dejaba de comer, de hablar, de fumar, y se pasaba dos o tres días dando paseos por el corredor y lanzando de vez en cuando unos ayes sofocados, que traspasaban el corazón de su fiel esposa doña Martina. «Distráete, hombre; no pienses más en ello: vas a enfermar, y primero eres que él... Además, no todos los chicos han de ser modelos como Carlitos y Vicente...» D. Bernardo no hacía caso de estas justas observaciones, y sólo salía de su voluntario ostracismo cuando algún grave que hacer venía dichosamente a embargar su atención.

Ahora mismo va usted a ver los títulos.... Y sacó la llave y se dirigió al armario. Su tío le detuvo. No hace falta, chico.... ¿Para qué? Así salió, casi milagrosamente, de aquel terrible compromiso, que de otro modo hubiera producido una catástrofe. Sin embargo, la victoria le costó muchos momentos de cruel amargura, un gran desfallecimiento físico y moral que por poco le hace enfermar.

Aquel hijo no era un hijo cualquiera, y no podía enfermar sin que se alterara el orden del universo.

5 Enfermar con el remedio, de D. Pedro Calderón, Luis Vélez de Guevara y D. Jerónimo Cáncer. 6 Los riesgos que tiene un coche, de D. Antonio de Mendoza. 7 El respeto en el ausencia, de Gaspar de Ávila. 8 El conde Partinuples, de Doña Ana Caro. 9 El rebelde al beneficio, de D. Tomás Ossorio. 10 El español Juan de Urbino, del licenciado Manuel González. 11 Lo que puede una sospecha, del Dr.

Las peñascas las cantan con un fuego y un retintín que desespera a las jóvenes de Sarrió y les hace enfermar de ira. Los hombres suelen ser como en todas partes, más feos que hermosos, más tontos que graciosos, más groseros que corteses, más vulgares que originales.

Por estas y otras cosas de que don Mariano tuvo noticia, puso en la calle a la amiguita y le prohibió pisar en adelante el portal de su casa, lo cual hizo enfermar a su hija de dolor. Cuando un corazón es de tal suerte inflamable, su aspiración constante es la de abrasarse y consumirse en algún amor extraordinario, y cuando no lo tiene lo busca como el sediento la fuente de agua cristalina.

Y porque vienen con Lamartine de un país de azahares y de lunas de miel, queda en sus personajes una bondad contagiosa, en su estilo una recóndita y efusiva dulzura que se infiltra en el alma como una bruma de noviembre. Es la encantadora y juvenil locura de un chiquillo que se enamora hasta enfermar... de un cuadro, del lienzo en donde vive una de las más suaves heroínas de Shakespeare.

No, la dolencia está en el medio, en la autosugestión; pero esta autosugestión acabará por hacer enfermar de veras a esta doliente y a todos los de la casa. Así pasan dos o tres meses, y se va viendo que la enferma va empeorando.

Los principales eran tres: el testamento de mi tío, un inventario de sus propiedades valoradas en venta y renta, y una memoria dedicada a , de letra suya, con los renglones muy torcidos y bastante emborronada: estaba firmada con fecha posterior a la del testamento, y muy poco anterior a la de la primera carta que me había escrito después de enfermar.

Y no obstante, nadie se quejaba. Los novios, olvidando tan triste perspectiva, se miraban en los ojos uno de otro, y eran felices, y don Jorge se resignó tranquilamente al mal juego que se le presentaba ya como perdido. La Duquesa, más alegre que de costumbre, se dedicó a cuidar a Flora; sólo la madre Shipton, antes la más fuerte de la caravana, parecía enfermar y fenecer poco a poco.

Palabra del Dia

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