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Actualizado: 19 de junio de 2025
Fatigada de tanto buscar, inflamada de anhelo, nerviosa, salió de nuevo al aire libre. Evitó el encuentro de las personas que pudieran detenerla y se dirigió al jardín. En cuanto puso el pie en él despertó vigorosamente en su espíritu la esperanza de encontrarlos.
Pero como había prometido llevar al teatro al día siguiente los cinco mil reales, y lo había ofrecido con una petulancia que nunca se perdonaría, sin titubear, como si lo que a él le sobrara fueran miles de reales; como había que buscarlos, no decía encontrarlos, buscarlos sin falta, se levantó temprano y se dirigió... a la plaza de la Constitución, lugar de cita de todos los mozos de cuerda del pueblo.
Si acudía á casa de sus amigos, temía no encontrarlos tan benévolos como la noche anterior. Además, eran pobres, tan pobres como él, y no podían darle agasajo. Era preciso ir. También se le ocurrió tomar el camino de su pueblo y volverse allá. Conocía un arriero en el parador, que le llevaría de fiado. Pero ¿y Clara? Estos eran sus pensamientos cuando acertó á pasar por la Fontana.
El mismo poeta de Les fleurs du mal, explica en el prólogo de las obras de Edgar Poe la causa de la embriaguez del bardo del Horror de una manera clarividente: «Poe no bebía con placer: bebía bárbaramente, como si quisiera matar algo dentro de él mismo». Y después: «Poe creaba personajes terribles o grotescos en medio de una tempestad de alcohol, y para volver a encontrarlos recurría a la bebida.
Si deben salir músicos, es obra de romanos encontrarlos; porque es cosa degradante soplar en un serpentón, o dar porrazos a un pergamino a la vista del público; cuando van por la calle o de casa en casa, entonces nadie los ve.
Eran las nueve y media ya, y el salón estaba lleno de hombres y de mujeres, cuando aparecieron Fernanda del brazo de mi tío, y Blanca del brazo de su padre. El señor Penseroso vino a encontrarlos. Las amigas de la novia, vestidas todas de blanco, la rodearon mientras que el sacerdote tomaba suavemente la mano a mi tío y le indicaba que se la diese a Blanca.
Ferragut los reconocía inmediatamente al encontrarlos en la Rambla. Eran mercaderes establecidos largos años en el país, que alardeaban de catalanes con la mentirosa facilidad de adaptación propia de su raza. Otros procedían de América y estaban ligados con los de Barcelona por la francmasonería del comercio y del interés patriótico.
Al encontrarlos en la calle, jamás levantaba la cabeza para recibir su saludo; y si alguno se dirigía á ella resueltamente, entonces indicaba en silencio la letra escarlata con un dedo, y continuaba su camino. Esto podría atribuirse á orgullo, pero se asemejaba tanto á la humildad, que producía en el espíritu del público todo el efecto conciliador de esta virtud.
Devuelven la juventud y la dicha; porque aquí, en estas cimas, se olvidan lo mismo los padecimientos del cuerpo que las amarguras del alma. Desgraciadamente, al bajar volvemos a encontrarlos en la llanura y en la ciudad, donde nos esperan. Cuando terminé mis cinco actos, hízose necesario marchar y alejarse de tan hermoso país.
Los billetes se esconden tan fácilmente, que no hay manera de encontrarlos. Pero tenía doña Lupe tan fino olfato para descubrir dinero, que estaba segura de dar con los billetes si los había. «¿Tendralos cosidos en la ropa? pensó . Puede ser. Esa socarrona parece que no sabe jota, ¡y sabe más...!». En la cómoda no había nada que a dinero se pareciese, ni tampoco cartas.
Palabra del Dia
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