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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Aunque las noches fuesen cálidas, encendían hogueras, buscando la protección de las llamas y del humo contra los feroces mosquitos, dominadores de la llanura. Algunos segadores que poseían un poder instintivo de dominación trataban á sus camaradas como jefes.
Se le encendían los ojos, y se volvía a sentar, de codos en la mesa, con la cara llena de lágrimas. Así pasó la vida, defendiendo a los indios. Aprendió en España a licenciado, que era algo en aquellos tiempos, y vino con Colón a la isla Española en un barco de aquellos de velas infladas y como cáscara de nuez. Hablaba mucho a bordo, y con muchos latines.
Y apretaba sus labios; se le encendían de pronto, como de un vuelco de la sangre las mejillas; enrollaba nerviosamente en el dedo índice de la mano izquierda un finísimo pañuelo de batista y encaje.
Pero como esto le costaba un esfuerzo, y como, por otra parte, pudo cerciorarse en seguida de que los desdenes, el mal humor v hasta los insultos, lejos de enfriar la pasión del duque la encendían más, dió rienda suelta a su genio. Apareció la criatura salida del cieno, con su grosería, sus inclinaciones plebeyas, su carácter agresivo y desvergonzado.
Tan pronto como desembarcamos y mientras los marineros encendían lumbre para guisar la sopa de peces, me llamó el patrón, y mostrándome una pequeña cerca de piedra blanca, perdida entre las brumas en el extremo de la isla, me dijo: ¿Quiere usted venir al cementerio? ¡Un cementerio, patrón Lionetti! Pues, ¿dónde nos encontramos? En las islas Lavezzi, señor.
Las cuatro lámparas mayores, cada una de las cuales consumia todas las noches siete arrobas de aceite, solo se encendian en los últimos diez dias del mes de Ramadhan. Calculábase que solamente en este mes se consumian en la mezquita setecientas cincuenta arrobas de aceite.
Cállese dijo , no sea que le oiga mi viejito. Mientras los dos hombres encendían sus cigarros, volviendo á hablar de Manos Duras y la necesidad de perseguirlo, Celinda abandonó la estancia, montando un caballo con silla femenil. Media hora después galopaba por las inmediaciones del río, pero en otro caballo y vestida de hombre.
Adquiría todo esto tanta belleza muriendo la tarde y bajo el oro del otoño, que se ponían ellas pensativas. Adriana, ansiosa de amor, imaginaba idilios con Julio. Entraban luego, cerraban las persianas y encendían las luces.
Si la dama le miraba fijamente, sus mejillas se encendían. Clementina no podía menos de sonreír ante esta inocente alborada de amor. Gozaba con ella llena de curiosidad, alegre de sentirse aún bastante hermosa para inspirar a un niño tan rendida pasión.
Y pasan siglos y más siglos, pasan espectros y más espectros, sombras y más sombras, y por honrar al Criador se ahorcaba en un cadalso á la criatura; y por redimir al espíritu se ponia en un tormento la materia; y por salvar el alma se encendian hogueras al cuerpo. El hombre era quemado, como quien tributa un culto á Dios.
Palabra del Dia
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