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Amparo me había impresionado fuertemente. No sabía donde vivía. Un día encargué a Mauricio que la buscase. Mauricio empleó cuantos medios se conocen para encontrar una persona de la cual se saben el nombre, las señas y la condición. Gracias a lo bien montada que está la policía en España, Mauricio, que era uno de los mozos más listos que he conocido, no pudo dar con ella.

Por cierto que allí me encargué unas, que me costaron seis napoleones... ¡pero qué hechura, qué género! Me duraron hasta el año de la muerte de Prim... Ese Octavio, ¿de qué es autor? De Sibila y otras obras lindísimas. No le conozco... Creo confundirle con Eugenio Sué, que escribió, si no recuerdo mal, los Pecados capitales y Nuestra Señora de París. Los Misterios de París, quiere usted decir.

¿No has podido avisarme antes? díjole Hullin con voz semejante a un aullido . ¿No te encargué que vigilaras el barranco? ¡Estamos cercados! ¡Ahora nos cogerán de flanco y cruzarán el camino más lejos! ¡Todo se lo ha llevado el demonio!

En la taberna hallé hasta media docena de individuos con trazas de personas decentes, que comían alcaparras y langostinos, remojándolos con tragos de manzanilla. Pregunté al chico si eran los que me habían convidado, y habiéndome respondido afirmativamente, le encargué que sacase unas copas de jerez, corriendo de mi cuenta.

Fué cerca de la madrugada cuando Ovejero, que había conseguido dormirse, la vió al abrir sus ojos. Señora, la falta no es mía; es de un amigo que se ha dejado matar, perdiendo mi dinero. Pero yo pagaré. Voy á buscar alguien que se encargue de devolver el préstamo, aunque tenga que costearle los gastos de viaje. Además aumentaré los intereses.... No pudo seguir hablando.

Pero V. dice, y dice muy bien, desde su punto de vista, ¿por qué no he de ser yo, que no soy más bobo que otro cualquiera, quien, si no en todo, en parte, se encargue de hacer esos prodigios benéficos y providenciales, y quien reciba y reparta a su gusto los ochavos que para hacerlos hay que largar?

El ama me dijo que había salido de casa y no había vuelto. Encargué que le avisaran para hablarle por última vez y resolverme o no a dar parte de lo que ocurría. No quiso venir, temiendo sin duda mi indignación. Caí con otro ataque, y el ama sin duda fue a buscarle, porque cuando abrí los ojos estaba él a mi lado.

Ella, sin poder disimular tampoco el vivo gozo del triunfo, díjole imprevisoriamente: Martínez... Encargue usted el uniforme. Y una vocecita burlona, que jamás se pudo averiguar de dónde había salido, contestó a su espalda: Con que vuelva del revés el de don Amadeo, sale del paso sin gastos...

Al terminar el almuerzo me invitó el señor Fernández a visitar las oficinas. ¿Viene usted contento? Las señoras se quedarían muy tristes, ¿no es eso? ¡Calma!... Ya le verán a usted. He dispuesto que se encargue usted de mi correspondencia. No estaba yo satisfecho del empleado que antes la despachaba... pero, en fin, como hacía cuanto estaba de su parte, nunca le dije nada.

Por mi parte estoy dispuesto a cumplir en un todo la voluntad del finado; bien lo sabes... Pero temo que apesar de sacrificar otros quehaceres... Nada, no hablemos más de eso. Como en el testamento se señala, en defecto de V., a tío Manolo, que él se encargue, ya que está desocupado. D. Bernardo sonrió irónicamente al escuchar el nombre de su hermano.