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19 Semejante es a un grano de mostaza, que tomándolo el hombre lo metió en su huerto; y creció, y fue hecho árbol grande, y las aves del cielo hicieron nidos en sus ramas. 20 Y otra vez dijo: ¿A qué compararé el Reino de Dios? 22 Y pasaba por las ciudades y aldeas, enseñando, y caminando a Jerusalén. 23 Y le dijo uno: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo:

¡Madre! ¿Es algún gato Jacinto que se trae y se lleva en una cesta? respondió Flora enseñando para reir las perlas de sus dientes. Si no lo es, alguna vez quisiera convertirse, aunque no fuese más que para saltarte sobre el regazo. ¡Calla, tonta! Pronto le diría ¡zape!

El tío Manolo fue enseñando a Miguel los trenes más lujosos y nombrándole sus dueños: también le enseñó las bellezas de la corte. ¡Guapa mujer esa que acabo de saludar! ¿eh?

Como tenía la acequia detrás de él, no encontraba sitio para moverse, y echaba el cuerpo atrás, pretendiendo cubrirse con las crispadas manos. El labrador sonreía como una hiena, enseñando sus dientes agudos y blancos de pobre. ¡Embustero! ¡embustero! contestaba con una voz semejante á un ronquido.

La resistencia y la fuga eran imposibles. Gómez de Aguilar tenía que rendirse. ¿Dónde están sus hijos? preguntó Aliatar a D. Pedro. He venido solo, porque no podía creer que se atreviese 15 Vd. a llegar hasta aquí. Sonrió el viejo alcaide, enseñando unos dientes todavía blancos y replicó: Me habían ponderado mucho su finca y tenía deseos de conocerla.

34 Jesús entonces, viendo que había respondido sabiamente, le dice: No estás lejos del Reino de Dios. Y ya ninguno osaba preguntarle. 35 Y respondiendo Jesús decía, enseñando en el Templo: ¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David? 37 Luego llamándole el mismo David, Señor, ¿de dónde, pues, es su hijo? Y muchas personas le oían de buena gana.

La alegría del campo, al verse libres de la mirada interrogante y severa de las mamas, convertíalas en niñas revoltosas, y a pesar de sus altos peinados, de sus faldas largas y ajustadas, correteaban, enseñando sus lindos pies y aleteando con sus enaguas como una bandada de pájaros.

Ya me quiere echar... ¿ve usted...? dijo Moreno mirando a Barbarita y esforzándose en sonreír para ocultar su turbación . Y luego quieren que no viaje. No, no le conviene andar siempre de ceca en meca, como un viajante de comercio que va enseñando muestras.

¡Animal grosero! gritó enseñando el puño á Gillespie, como si éste fuese el autor del atentado contra su divina persona . ¡Hipopótamo-Montaña!... ¡Hombre habías de ser!... ¡Y pensar que un gran pueblo se interesa por ti!... Enardeciéndose con sus propias palabras, dió un fuerte latigazo á una de las pantorrillas del gigante.

Un caballero aplaudió y despues siguieron todos los de las butacas. Serpolette, sin dejar su actitud de buena moza, miró al que primero la aplaudió y le pagó con una sonrisa enseñando unos diminutos dientes que parecían collarcito de perlas en un estuche de terciopelo rojo. Tadeo siguió la mirada y vió á un caballero, con unos bigotes postizos y una nariz muy larga.