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Actualizado: 8 de junio de 2025


Y el burgués belicoso, con instintiva simulación, encogía el brazo izquierdo, apoyando la mano en la empuñadura de un sable invisible. A pesar de su gesto fiero y su oratoria de mando, todos los oyentes alemanes rieron estrepitosamente á las primeras palabras, como hombres que saben apreciar el sacrificio de un Herr Comerzienrath cuando se digna divertir á una reunión.

Medrano tenía, junto a su lecho, dos espadas: la una, angosta y larga por demás, con calada guarnición; la otra, con pesada empuñadura de reja y ancha hoja de dos filos.

Y al llevar, diciendo esto, la mano derecha a la empuñadura de la espada, vieron todos que le faltaban en aquella los dos dedos de en medio. Un casco de granada se los arrancó en Alcolea.

En la cazoleta o taza cabía holgadamente un azumbre, y sus gavilanes nielados de oro, lo mismo que el arriaz, daban aspecto artístico y lujoso a la empuñadura. Tenía en las dos fachadas del puño el escudo de los Rumblares, y en el pomo una cabeza con la empresa del armero toledado Sebastián Hernández.

Era una hoja mellada, llena de garabatos, letreros, sapos por aquí, culebras por allí, y cubierta de moho desde la punta a la empuñadura. ¿Para qué me servía? Como no tenía filo, la cambié por un sable nuevo que me dió un sargento. ¡Y diste la espada, la espada!... exclamó la Condesa, levantándose de su asiento. La señora estaba sublime en su indignación.

Apenas dio un pase creyó llegado el momento decisivo, y se cuadró, con la muleta baja, llevándose la empuñadura del estoque junto a los ojos. El público protestaba otra vez, temiendo por su vida. ¡No te tires! ¡No!... ¡Aaay!

Al mismo tiempo el rostro de Beatriz cruzó por su imaginación. Cuando el escudero iba a ceñirse la ancha espada de dos filos, él, sin pronunciar palabra, puso ambas manos en la empuñadura del arma, mirándole con expresión a la vez suplicante y resuelta. El antiguo soldado comprendió. Tomando entonces para la espada más fina, dejó la otra en poder de Ramiro.

Por entre los arbolillos paseaban grupos de muchachas con flores y blusas blancas, como si fuesen la primera aparición del verano. Los cadetes las seguían con la mano en la empuñadura del sable, moviendo su talle esbelto y los anchos pantalones a la turca. El palacio arzobispal estaba cerrado.

El sólo comprendía los jefes de Estado con uniforme, el pecho cubierto de condecoraciones, las dos manos en la empuñadura del sable y bajo sus ojos un ejército inmenso, pronto á pegar para imponer sus órdenes. ¡Y este señor de chaqué y sombrero de copa, con sus lentes y su sonrisa de clérigo letrado, era ahora el hombre en el que convergían las miradas de esperanza de medio mundo, el poder decisivo que unos deseaban atraerse y otros no querían irritar!...

En mis manos pone no qué virtudes y en mi pecho enciende nueva claridad, y en su empuñadura siento que palpita el misterio fuerte de una inmensidad. " He aquí el hierro le digo al herrero y forja otra hoz". " Ya me duelen contesta los brazos y débil estoy". " Forjarás la segur. ¿No recuerdas que el hierro es tu honor; que del hierro has vivido y el hierro dió a tu fragua inmortal tradición?

Palabra del Dia

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