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Actualizado: 1 de junio de 2025


Entonces, los que contemplaban al marqués, esperando sus primeras palabras, viéronle inclinar la cabeza hacia atrás, soltar la copa que empuñaba su mano trémula, y, exhalando un alarido salvaje, desplomarse en el suelo, sobre el cual rebotó su colodrillo pelado y reluciente, sin que nadie hubiera podido recibirle entre sus brazos, porque entre los primeros síntomas del acceso, tan fáciles de confundir con los de una grande emoción, y la caída, no transcurrió mucho más tiempo que el que transcurre entre el fulgor que deslumbra desde el seno de la nube, y el rayo que mata.

Al ver a Jaime se levantó el cantor, dejando el tamborcillo pendiente de una correa sujeta al brazo izquierdo, mientras con la mano derecha, que aún empuñaba el palillo, tocaba el ala de su sombrero. ¡Bon día tengui! Febrer, que como buen mallorquín creía en la ferocidad de los ibicencos, admiraba sin embargo su aspecto cortés al encontrarlos en los caminos.

En cambio Roger tenía que confiar por completo en su propia destreza; el arma que empuñaba, aunque del mejor temple, era delgada y de sencilla empuñadura; una espada de corte más que de combate.

Ferragut le vió intensamente pálido, jadeante, paseando sus ojos en torno de él con una expresión de animal acosado que piensa aún en la posibilidad de defenderse. Su diestra buscó en uno de sus bolsillos. Tal vez iba á sacar un revólver para morir matando. Un negro cercano á él levantó un madero que empuñaba á guisa de maza.

Pero cuando se quedaba sola y tenía que sacudirles el polvo, en la displicencia con que empuñaba el plumero y en el gesto desabrido con que tarareaba cualquier cancioncilla de zarzuela se advertía perfectamente que el arte de Fidias no había logrado apoderarse de su alma.

Un viejo marinero, de barba blanca, piel bronceada y curtida por el sol y los vientos de los mares tropicales, y que empuñaba la caña del timón, dijo: La veo, Capitán. Aunque tengo sesenta años, aún conservo la vista.

El joven retrocedió asustado al reconocer a su cuñada. Soltó el arma que empuñaba, empujó otra vez apresuradamente la puerta, y se fué tropezando, lleno de confusión, hacia su cuarto matrimonial. Ventura estaba leyendo tranquilamente a la luz de un quinqué. Al ver a su esposo delante, se levantó asustada. ¿Qué es eso? ¿Cómo estás aquí?

Era cochero de mi tía, y cuando Alejandro empuñaba las riendas de la calesa de la señora de Berrotarán, los tordillos negros de mi tía, al tomar el trote largo, eran la pareja más famosa que por aquellos tiempos trotaba en la calle de la Florida y en el camino de Palermo.

El grupo de soldados del Duque se abrió para dar paso a una mujer que se adelantaba vacilante. Era Antonieta de Maubán, vistiendo blanca y holgada bata, suelto a la espalda el negro cabello, pálido el rostro y cuyos ojos brillaban amenazadores a la luz de las antorchas. Su trémula mano empuñaba un revólver y adelantándose por el puente apuntó a Ruperto y disparó.

Unas veces empuñaba el volante, otras se mantenía al lado de su chófer, un indiazo de ojos feroces y sonrisa boba que manejaba el vehículo con una autoridad natural, como si el automovilismo datase de los tiempos de Moctezuma. Nunca he creído tanto en la fidelidad de los presentimientos como cierta noche que intenté negarme á acompañar al general en su paseo nocturno.

Palabra del Dia

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