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Actualizado: 11 de junio de 2025
La señora de Candore, sencillamente de la familia Neris, era hija de un riquísimo comerciante de lanas y había cambiado el millón de su dote con la partícula que le llevó su marido por toda fortuna. De un orgullo de emperatriz y gran señora hasta las uñas, hizo pronto olvidar la modestia de su origen.
Sus primeros amores fueron con una emperatriz. El tenía diez años y la emperatriz seiscientos. Su padre, don Esteban Ferragut tercera cuota del Colegio de Notarios de Valencia , admiraba las cosas del pasado.
No oye misa, y eso que ningún trabajo le costaba, puesto que podría oírla sin salir de casa. ¿No será un hipócrita? ¿No continuará tan apóstata como antes? ¿Salvará su alma? Mi señora Emperatriz y mi señor don Restituto respondió el Padre Alesón , ¿les merece confianza mi dictamen? ¿Sí? Pues helo aquí, por lo sucinto: Belarmino es un cuitado; Belarmino carece de alma racional.
Eso será catequización de usted, padre Alesón dijo doña Basilisa, con enérgica persuasión . Le ha enseñado usted la práctica de la paciencia, esa virtud tan necesaria para salvarse. Mi señora Emperatriz replicó el enorme dominico , yo no enseño nada a nadie, ni siquiera idiomas, que es de lo único de que se me alcanza un poquito.
En los mismos Campos Elíseos, aparte de sus jardines, bosques y palacios, cuéntanse innumerables cafés, fondas, salones de baile y todo lo que idearse puede: tambien adorna el citado paseo el Circo de la Emperatriz, de sólida y esbelta construccion. Hay tambien muchas sociedades de baile donde las sueltas y alegres modistas danzan con los estudiantes.
Los versos que siguen prueban que esta comedia pertenece al período posterior: «.................. del imperio Es ya nuestra infanta Aurora, Cuyo divino portento Las águilas la juraron Por su Emperatriz; muy presto Por Francia hará su jornada, Dando á París rayos bellos, Porque su hermana y su tía, Cristianísimos luceros Del orbe, esmalten sus luces Con tan glorioso trofeo.»
Así había sido doña Constanza, tal como aparecía en el lienzo, pelirrubia y con enormes ojos negros, guapetona, un poco llena de carnes, como conviene á una mujer acostumbrada á arrastrar mantos regios y que sólo por devoción accede á disfrazarse de campesina. La imagen de la emperatriz llenó su pensamiento infantil.
La pobre emperatriz vivió hasta el siglo siguiente en la pobreza de un convento recién fundado, recordando las aventuras de su destino melancólico, viendo con la imaginación el palacio de mosaicos de oro junto al lago de Nicea, los jardines donde Vatacio había querido morir bajo una tienda de púrpura, las gigantescas murallas de Constantinopla, las bóvedas de Santa Sofía, con sus teorías hieráticas de santos y basileos coronados.
El pobre señor, abstraído de todo, se olvidó hasta de la administración de su casa. Si en aquellos días se viste su mujer de Emperatriz de Golconda, la mira y se queda tan fresco. Con la pérdida del apetito trastornose su naturaleza. Francamente, había motivo para temer en él una perturbación grave.
La madre miraba á su hijo; luego, saludaba y se sonreia; pero ¡ay! aquella sonrisa venia á decirme que tambien los palacios ocultan lágrimas; que tambien las joyas atavian pechos doloridos, como luces brillantes alumbran la cara de un muerto. Una cosa muy rara he notado, á propósito de la Emperatriz, y acerca de la cual hemos hablado varias veces mi mujer y yo.
Palabra del Dia
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