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Actualizado: 26 de mayo de 2025


Me hizo soñar en una primavera eterna de amor y me abandona... Ha jugado conmigo... se burla de ... y no puedo aborrecerle. ¿Por qué me despertó cuando yo estaba allá abajo recogida, tranquila, insensible, en un egoísta aislamiento?... Embustero, miserable... ¿Pero por qué lloro?... Se acabó.

Querían saber detalladamente lo ocurrido en Matanzuela. ¡Aquel Luis era a veces tan embustero relatando sus hazañas!... Y al contestar Rafael gravemente, con pocas palabras, reían todos ellos, viendo confirmadas sus noticias.

Mientras cenaron, endilgó Malespina nuevas mentiras, y pude observar que su hijo las oía con pena, como abochornado de tener por padre el más grande embustero que crió la tierra.

Se habían burlado tanto de ella, que lo que estaba viendo no podía ser sino una nueva burla. Aquel era, sin duda, más pillo y más embustero que los demás. Consecuencia de tales ideas fue la sonora carcajada que soltó la mujer aquella ante la faz compungida de un hombre que era todo espíritu.

Medio siglo después me acordé de D. José María Malespina, y dije: «Parece mentira que las extravagancias ideadas por un loco o un embustero lleguen a ser realidades maravillosas con el transcurso del tiempo». Desde que observé esta coincidencia, no condeno en absoluto ninguna utopía, y todos los mentirosos me parecen hombres de genio.

Otra de las particularidades de aquél era el tutear a todo el mundo, grandes y chicos, señoras y caballeros. ¡Yo! exclamó la dama. ¿Y por qué soy el perro del hortelano?... Sepamos. Pues decía Amalia que ni querías comerte la carne ni permitir que la coma D. Santos. ¡Vamos! ¿Quieres callarte, embustero? dijo la señora, medio irritada, medio risueña, dándole un pellizco.

Yo me disculpé diciendo que me lo habían contado tal como lo referí, y D. José María se puso furioso, llamándome zascandil, embustero y enredador. Efectivamente, D. Rafael vivía y estaba fuera de peligro; mas se había quedado en Sanlúcar en casa de gente conocida, mientras su padre vino a Cádiz en busca de su familia para llevarla al lado del herido.

¡Manuel! ¡estáis loco! exclamó el padre Aliaga. No, no estoy loco; pero todos los que tienen algún poder abusan de él; no en balde he pasado cincuenta años en este alcázar; nací en un desván de él, y el alcázar me conoce y me confía sus secretos; yo soy también poderoso, yo puedo decir al rey... ... por cierto... yo puedo decirle: hay un hombre... un señor grave... que parece un santo... y oye, Felipe: ese hombre tiene el corazón como yo... y como el otro... y como el de más allá... es un embustero con máscara... es una virtud de comedia... es mentira... ese hombre ama á tu Margarita... observa, observa á ese hombre cuando esté delante de tu esposa... ese hombre no vela por la reina por lealtad, ni por virtud... sino por amor... por un amor dos veces adúltero, por un amor sacrílego.

Pero Gallardo y don José, que fumaban al otro lado de la mesa, con la copa de coñac al alcance de la mano, tenían ganas de hacer hablar al Nacional para reírse de sus ideas, y le azuzaban insultando a don Joselito: un embustero que trastornaba a los ignorantes como él.

Pintaba a veces, con rasgos dignos de Molière o de Balzac, el tipo del avaro, del borracho, del embustero, del jugador, del soberbio, del envidioso, y después de las vicisitudes de una existencia mísera resultaba siempre que lo peor era para él. Su estudio más acabado era el del joven que se entrega a la lujuria.

Palabra del Dia

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