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La que había herido al tabernero estaba en el suelo ensangrentada. Mientras unos recriminaban al asesino, otros atendían al herido. Eladia exhalaba penetrantes lamentos.

Pero igualmente sabía todo el valle que el tío Pepón, mientras viviera, no soltaría ni un céntimo, ni una cabeza de ganado, ni un pañuelo de tierra. Como las patatas, sólo daría el fruto dentro de la tierra. En cambio, los tíos de Eladia eran de condición más espléndida.

Vivía con este matrimonio una sobrina, aquella Eladia simpática que ya conocemos. No sufría por cierto con tanta paciencia los rigores y asperezas de su tía. Respondía á veces de mal talante; había disputas frecuentes, gritos, amenazas y hasta golpes. Costábale á Martinán mucho trabajo poner paz entre ellas.

Dos de estas zagalas son rivales: el apuesto Quino las festeja alternativamente; pero saben disimular sus celos con arte femenino. Eladia sonríe de vez en cuando á Telva.

Después que le dejaba bien convencido le despertaba y le echaba á la calle para cerrar la tienda. Igualmente había contribuído á aumentar su jovialidad el próximo matrimonio de su sobrina Eladia con Quino. El mozo le gustaba; tenía buena idea formada de su capacidad.

Quino hizo lo mismo al par de Eladia. Resuelto ya desde aquella tarde á favor de la sobrina de Martinán el pleito que hacía tiempo ardía en su cabeza, festejábala empleando en ello todos los recursos de su claro ingenio. Maestro consumado en el arte de galantear, tenía á la pobre zagala suspensa de sus discursos artificiosos, confusa y ruborizada.

Otros había que, guiados del mismo frenesí, le ponían claveles en la ventana, plantaban ramos delante de su casa y le cantaban al oído lisonjas y requiebros Dios sabe con qué torpes fines. El jocoso mayordomo iba á caer de nuevo sobre el grupo de jóvenes guerreros cuando por el camino del río, desembocando ya en la plazuela, vió llegar á Eladia con una herrada sobre la cabeza.

Después de dar algunas profundas chupadas al cigarro, signo de intensa meditación, preguntó mirando á las vigas del techo: ¿Y de cuartos, nada? Ni un ochavo respondió Pepón poniéndose más serio que él, si cabe Telva tiene el dote en la cara. Hubo una pausa. Quino da otros cuantos chupetones al cigarro. Pues Martinán me da cuatro mil reales si caso con Eladia.

Allí estaba el ingenioso Quino que casado recientemente con Eladia, encontraba ya harto pesada la dialéctica de su tío Martinán y sólo la soportaba porque algún día la tragaría la tierra y dejaría encima algunos doblones. Allí estaban Maripepa y su hermana Pacha, convencidas ambas de que antes de mucho tiempo se celebraría otra fiesta parecida para festejar la boda de la primera.

Quino se acerca á Telva y con frase insinuante la requiebra y la felicita. Arrimados á una columna del pórtico departen en voz baja mientras Eladia, con la muerte en el alma, les dirige miradas fulgurantes. Pero Flora, la gentil zagala de Lorio, se acerca á ella y procura distraer su pena con su charla siempre alegre y graciosa. Deja que me esconda detrás de ti. Jacinto me persigue y me sofoca.