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Se conoce que es afición de familia. Lo que debiera hacer el Sr. Fernández dijo el lañador es irse a cualquiera de esos ejércitos, donde sin duda se había de lucir, y quién sabe si nos le harían general de la noche a la mañana. Yo no sirvo para nada contestó el Gran Capitán . Yo tuve mi época, y ahora que trabajen otros como trabajamos los de entonces. ¡Aquellas que eran guerras, señores!

Pidió el rey al cabildo un donativo de 1000 fanegas de trigo y otras 1000 de cebada para mantener los ejércitos. Sin embargo de ser gravísima la necesidad del reino con la guerra, fué concedido.

Ahora han cambiado las cosas añadió . Los antiguos escuadrones con lanzas son ejércitos provistos de artillería; se respetan los prisioneros, se hace la guerra con más «civilización»; pero la guerra sigue, y la gente se mata creo yo que por pasar el rato... El país se ha acostumbrado a esta vida, y se desarrolla y progresa a pesar de las revoluciones.

Rogeria deja su sexo en el lugar que le corresponde, hiriendo al amigo Mahometo que no le quedan ganas de andar en tratos con princesas. La parte que llamaríamos de exposición de la obra, lo era, en efecto, en la que se representaba, y tan lo era, que en uno de los ejércitos resultó un estacazo tan realista que tuvieron que dar dos puntos en la cabeza á un moro.

Se os manda... se necesita que seáis capitán dijo severamente la dama. ¡Ah! ¡de ese modo! Id, pues. Una palabra. ¡Qué! ¿Sois dama de la reina? No, soy su menina. ¡Ah! su menina... y vuestro nombre, vuestro adorado nombre. Doña Clara Soldevilla, hija de Ignacio Soldevilla, coronel de los ejércitos del rey contestó la dama. ¡Ah! no en vano os llamáis Sol... Pero concluyamos, caballero.

Y la polvareda que había visto la levantaban dos grandes manadas de ovejas y carneros que, por aquel mesmo camino, de dos diferentes partes venían, las cuales, con el polvo, no se echaron de ver hasta que llegaron cerca. Y con tanto ahínco afirmaba don Quijote que eran ejércitos, que Sancho lo vino a creer y a decirle: -Señor, ¿pues qué hemos de hacer nosotros?

Todos conocían su lealtad impecable y aquel su empeño de aguijonear ambiciones: «¿Qué espera vuesamerced, señor Deán, para pretender la mitra que tanto se merece?» «El peor enemigo de vuesa merced, señor Alférez, es su propia modestia, que yo de muchos que, con la mitad de los servicios que todos le conocemos, gobiernan plazas y comandan ejércitos.

A la otra parte de la laguna recomienza la verde sábana. Entre los viñedos destacan las manchas amarillentas de las tierras paniegas y las manchas rojizas de las tierras protoxidadas con la labranza nueva. Ejércitos de olivos, puestos en liños cuidadosos, descienden por los declives; solapadas entre los olmos asoman las casas de la Umbría; un tenue telón zarco cierra el horizonte.

La bruja, que recordaba que el año anterior Yégof había referido a las almas de los guerreros que sus innumerables ejércitos no tardarían en invadir el país, experimentaba una vaga inquietud.

Tenía en los alrededores de Alcira almacenes enormes como iglesias, donde ejércitos de muchachas empapelaban cantando las naranjas, y cuadrillas de carpinteros martilleaban día y noche en la blanca madera de las cajas de exportación. Compraba con un solo golpe de vista la cosecha de huertos enteros, sin equivocarse más allá de algunas arrobas.