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Actualizado: 5 de mayo de 2025
45 Oyendo los príncipes de los sacerdotes y los fariseos sus parábolas, entendieron que hablaba de ellos. 46 Y buscando cómo echarle mano, temieron al pueblo; porque le tenían por profeta. 1 Y respondiendo Jesús, les volvió a hablar en parábolas, diciendo: 3 y envió sus siervos para que llamasen los invitados a las bodas; pero no quisieron venir.
Sí, de cuando en cuando vengo: cuando veo que se amortigua mi odio, cuando me siento inclinado a pensar bien, cuando empiezo a echarle menos, me presento una vez, y me curo para otra temporada. Pero, ¿tú no bailas? Es ridículo: ¿quién va a bailar en un baile? Sí, por cierto... ¡si fuera en otra parte! Pero observo, desde que falto a esta casa, multitud de caras nuevas... que no conozco...
Moreno, a quien propuso indirectamente y con muchas reservas hacerle un agujero de siete milímetros de diámetro en el cráneo, por el frontal, rechazó irritadísimo la proposición y se mostró desde entonces tan huido que apenas lograba echarle la vista encima.
28 Y como él entró en casa, sus discípulos le preguntaron aparte: ¿Por qué nosotros no pudimos echarle fuera? 29 Y les dijo: Este género con nada puede salir, sino con oración y ayuno. 30 Y habiendo salido de allí, caminaron juntos por Galilea: y no quería que nadie lo supiese. 33 Y llegó a Capernaum; y así que estuvo en casa, les preguntó: ¿Qué disputabais entre vosotros en el camino?
Maximiliano saludó a D. Evaristo, preguntándole con mucho interés por su salud, a lo que respondió el anciano con mucha viveza: «Ya ve usted... Cinco meses llevo así... un día caigo, otro me levanto... ¡Cinco meses!... Nada; que viene un día en que la máquina dice, 'hasta aquí llegamos, compañero' y no se empeñe usted en remendarla, ni echarle aceite.
La respuesta de la encajera fue echarle al cuello los brazos, y pronunciar, con voz entrecortada de alegría: ¿Luego tú no sabes, no sabes que Dios me dio la sorpresa? Ya tengo el dote, chica... me voy a Portomar a ver si me reciben allá en el convento.... ¡Ahora que dicen que se acaban las monjas!
Rarísima vez se daba el caso de que ella le hiciese una caricia; para obtenerla, tenía Maxi que echarle memoriales, y lo que lograba era como limosna. Es que Fortunata no servía para cortesana, y sus fingimientos eran tan torpes que daba lástima verla fingir. El joven farmacéutico tenía momentos de horrible tristeza, y cavilaba mucho.
De ese ganso de Juan de Dios, que estuvo aquí el otro día, y poniéndose de rodillas delante de mí, me dijo: «¡Déme usted a Inés, porque me muero sin ella! ¡Démela usted hoy y máteme mañana!» Fué una comedia, Gabriel, y aunque nos reímos mucho, al fin nos cansó tanto, que tuvimos que echarle a palos de la escribanía.
Podía al día siguiente echarle en cara su abandono, el olvido en que la tenía, etcétera, etc.; pero él estaba seguro de que se quejaba sin razón, porque se decía: «Si estaba despierta, demasiado sabe que no falté de mi puesto; si dormía, ¿para qué necesitó de mí?». Pasaron los cuatro minutos de espera y Bonis quiso, por lo excepcional de las circunstancias, prolongar la experiencia.
En aquel punto tuvo que sentarse, porque le flaqueaban las piernas, y se le desvanecía la cabeza. «Pues si quieres volver mañana, yo vendré a llamarte. Se entiende, si pasas buena noche». Iremos a pasar un rato dijo Moreno de una manera lúgubre , y a echarle a mi desesperación una hora de esparcimiento, como se le echa carne a una fiera para que no muerda.
Palabra del Dia
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