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Actualizado: 18 de mayo de 2025


M. Grévy, no sólo es querido y respetado hoy por todos los republicanos franceses, sino que los partidos extremos, hasta las irascibles duquesas del viejo régimen, tienen por él alta consideración. Gambetta, casi obeso, rubicundo, entrecano, lo acompaña, así como León Say y los ministros. Todos los anteojos se clavan en el grupo, pero la primera mirada es para Gambetta.

¿Qué es esto, Teresa Panza? ¿Qué locuras son éstas, y qué papeles son ésos? -No es otra la locura sino que éstas son cartas de duquesas y de gobernadores, y estos que traigo al cuello son corales finos; las avemarías y los padres nuestros son de oro de martillo, y yo soy gobernadora. -De Dios en ayuso, no os entendemos, Teresa, ni sabemos lo que os decís.

»Mirando desde allí hacia el piso principal de enfrente, se distinguía en primer término una mano; después un brazo, el cual estaba adherido á un admirable busto alabastrino, que sustentaba la cabeza de la joven, singularmente hermosa ¿Me atreveré á describirla? ¿Me atreveré á decir que era una de las damas más bellas, de más alto origen, de más distinguido trato que ha dado á la sociedad esta raza humana, tan fecunda en duquesas y marquesas?

Con todo lo expuesto me parece que dejo demostrado que la escena de seducción entre la Duquesa e Ignacio, lejos de ser pecaminosa es ejemplar y edificante. Y dejo demostrado también que no se sigue de que haya hoy duquesas tan seductoras que haya mayor corrupción en una clase de la sociedad que otras, ni en la época presente que en las pasadas.

La clase social de las gentes enterradas en esta parte del cementerio sólo evocaba imágenes de lujo, de placer y de fiestas. Eran duquesas famosas por su hermosura, damas palaciegas que habían muerto en lo mejor de su edad, mujeres que gozaron sus épocas de reinado y adoración.

Y doña Manuela, embriagándose con la energía de su resolución, pensaba en la miseria como en una cosa desconocida, pero que iba pareciéndole grata por ser la salvación de su honor. Trabajarían ella y sus hijas. También duquesas, princesas y hasta reinas se habían visto en la miseria, arrostrándola con dignidad.

Habían estado tan dignas, tan severas, tan naturales, tan sin espantos o alharacas de hembra vulgar que es honrada o presume de serlo, como si hubieran sido dos duquesas o princesas que hubieran tenido el capricho de salir de noche a recorrer las calles y se hubiesen visto perseguidas, durante algunos minutos, por un lacayo mal criado y bastante vano para creerse seductor.

No lo son más las Duquesas y las Princesas que en Madrid viven y a quienes tantos respetan y adulan. Digo todo esto, porque en Lisboa se recrudeció mi patriotismo. ¡Qué gran Capital para nuestra gran nación, señora de dos mundos, hubiera sido aquella ciudad espléndida y hermosa, si D. Felipe el Prudente hubiera sido D. Felipe el Previsor y hubiera tenido más elevadas miras! Pero ya basta.

Sobre todo en cuanto se refiere á las relaciones espirituales de los Padres con las duquesas, marquesas y condesitas, y en la descripción que hace de la devoción elegante, del misticismo cómodo y de la religiosidad high life y á la moda.

Haces bien en preguntarle, Miguel dijo Atilio . Tu «chambelán» es el hombre mejor relacionado de la Costa Azul. Conoce duquesas y princesas á docenas. Lo he visto comiendo en el Hotel de París con toda la vieja nobleza de Francia que viene á Monte-Carlo para consolarse de lo que tardan en volver sus antiguos reyes.

Palabra del Dia

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