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Actualizado: 8 de mayo de 2025
784 Y para seguir contando la historia de mi tutor, le pediré a ese dotor que en mi inorancia me deje, pues siempre encuentra el que teje otro mejor tejedor. 785 Seguía enfermo, como digo, cada vez más emperrao; yo estaba ya acobardao y lo espiaba dende lejos; era la boca del viejo la boca de un condenao.
Tenía sobre los otros médicos el mérito de no cobrar sus servicios; antes bien, muchos enfermos salían de su casa con monedas en las manos. El Dotor era rico, el más rico de todo el país, ya que no sabía qué hacer de su dinero.
Esta suposición absurda que Ulises formuló mentalmente, con incrédula y triste sonrisa, se repitió al mismo tiempo en el pensamiento simple de muchas gentes de la Marina. Se negaban á creer en su muerte. Un brujo no se ahoga. Habría encontrado abajo algo muy interesante, y cuando se cansase de vivir en las verdes profundidades volvería nadando á su casa. No; el Dotor no había muerto.
Así se consolaba el patrón de no haber mandado en su vida mas que pesados y robustos laúdes, iguales á las naves de otros siglos, en los que llevaba vino á Cette ó cargaba cosas prohibidas en Gibraltar y la costa de África. Ulises no tardó en darse cuenta de la rara popularidad que gozaba su tío el Dotor, una popularidad compuesta de los más antagónicos elementos.
Luego, en las tardes, eran las expediciones á pie por los acantilados de la costa. El Dotor conocía lo mismo las alturas del promontorio que sus profundidades. Por senderos de cabra salvaje subían á las cumbres, desde las que se alcanzaba á ver la isla de Ibiza. A la salida del sol, la lejana tierra balear parecía una llama de color de rosa surgiendo de las olas.
¿Qué se ofrece caballero? dijo Aresti con su voz alegre que parecía esparcir la confianza entre los desgraciados. Señor dotor gimió el muchacho. Mi padre... mi pobre padre. Y como si no pudiera contener la pena tanto tiempo comprimida, se ahogaron las palabras en su garganta y rompió á llorar. Aresti se fijó en él.
Su contenido y su ortografía era como sigue: «Señor dotor: »No creha V. que esta es una carta nónima: yo hago las cosas claras; comienzo por decirle mi nombre, que es Lucía del Salto; me parece que es nombre bastante conocido.
726 Era hombre de mucha labia, con mas leyes que un dotor, me dijo: "Vos sos menor, y por los años que tienes no podés manejar bienes; voy a nombrarte un tutor." 727 Tomó un recuento de todo, porque entendía su papel, y después que aquel pastel lo tuvo bien amasao, puso al frente un encargao, y a mí me llevó con él.
Palabra del Dia
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