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Actualizado: 5 de junio de 2025


Las flores se abren, las moscas emprenden sus infinitos giros, las palomas se lanzan a sus remotos viajes atmosféricos; arriba y abajo cada cual cede al impulso excitante según su naturaleza. Los locos salen de los cuartos o dormitorios con sus fieros instintos poderosamente estimulados.

En la noche se vieron á más corta distancia. Vivían en el mismo hotel, un alojamiento igual á todos los de los pequeños puertos, con excelente comida y dormitorios inmundos. Sus mesas estaban próximas, y Ferragut, después de un saludo fríamente contestado, pudo contemplar á las dos señoras, que hablaban poco y en voz baja, temiendo ser escuchadas por el vecino.

La alegre charanga del colegio sustituyó aquel día a las severas campanadas que arrancaban de ordinario a los alumnos de la profunda quietud del sueño de la infancia, para arrojarlos en los pequeños azares, inmensos para ellos, de la vida de estudiantes; cien vivas atronadores al padre rector se unieron al punto a los acordes de la música, y la alegría desbordada, la vida bulliciosa que rebosaba en aquellos cuerpecitos, inundó de repente dormitorios, pasillos y el colegio entero, yendo a estrellarse a las puertas de la capilla por una de esas rápidas mutaciones, increíbles en los niños, que prueban el poder inmenso de la disciplina y la fuerza irresistible que en toda multitud ejerce la autoridad que sabe hacerse amar y respetar.

Es rarísima la casa de gitano que no tiene un piso subterráneo que se registra desde la calle. Las habitaciones que están al nivel de la calle sirven para dormitorios y demás usos; las profundas ó cavadas en la tierra contienen los obradores, talleres y fraguas. Evidentemente hay en los Gitanos una tendencia á la vida subterránea, que no se concilia en apariencia con las costumbres nómades.

Acostumbrada la prójima a levantarse a las nueve o las diez de la mañana, éranle penosos aquellos madrugones que en el convento se usaban. A las cinco de la mañana ya entraba Sor Antonia en los dormitorios tocando una campana que les desgarraba los oídos a las pobres durmientes.

Ella se pone colorada de vergüenza, y continúa: He visto en casa de mis amigas, en casa de la señora de Houssel y de la condesa Finkenstein, dormitorios espléndidos... es preciso que tengas uno igual. Yo pregunto: ¿Cómo es?

Grandes salones, un café igual a los de las ciudades, comedores en los que caben cientos de personas, largos y complicados pasillos, lo mismo que en los hoteles, dormitorios de alta numeración, almacenes, músicas, y la gente formando clases separadas, estableciendo divisiones sociales, lo mismo que si estuviéramos en tierra. ¡Qué enorme!, ¡todo qué enorme!... Y esto mirando solamente los barrios privilegiados, el castillo central del buque, con sus recovecos, escaleras, baños, gabinetes de aseo y tubos de calor y de frío.

Ocupaba el centro de la casa una sala grande con dos dormitorios, uno a cada lado: el de la derecha para doña Carmen y Julia; el de la izquierda para Clotilde y su marido. La enferma, casi privada de poder acostarse, pasaba muchas horas sentada en una gran butaca, junto a un ventanón, al través de cuyos cristales, pequeños y emplomados, se descubría un hermoso y pintoresco valle.

Es un hermoso colegio del que justamente pueden los dominicos sentirse orgullosos, pero no me llamó tanto la atención la organización material y educativa de esta institución, como la ausencia de toda imagen religiosa en los dormitorios, clases, salas y demás habitaciones usadas para y por las niñas.

Sentíase la frialdad de las viejas costumbres y la rigidez de los habitantes de provincia, la ley de la etiqueta, el desahogo, un gran bienestar material y el aburrimiento. El piso alto tenía vistas sobre cierta porción de la ciudad, es decir, humeantes techumbres, los dormitorios del convento vecino y los campanarios; y en aquella parte de la casa estaba la habitación en que fui alojado.

Palabra del Dia

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