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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Ella tampoco ha podido dormirse sin hacer al viejo tío el confidente de su dicha. Eso está bien, hijos míos; os lo tendremos en cuenta. Y con la misma alegre prisa con que había abierto la carta de Roberto Hellinger, rompió el nuevo sobre. Pero apenas había comenzado a leer, cuando con un grito ahogado retrocedió dos pasos, tambaleándose, como un hombre que recibe un golpe por sorpresa.
Ríñeme, por mala... Te juro que no lo haré más. Contendré mis nervios; procuraré no dejarme llevar por ellos, aunque reviente. Volvió a dormirse muy entrada ya la noche. El silencio era absoluto. Fuera de la casa, ni un ruido de pasos, ni una voz: la nieve pesaba sobre la vida, ahogando sus movimientos. Helaba.
Quedose Tirso un rato solo en el comedor, pensativo e inmóvil: la lámpara, espirante, despidió de pronto dos o tres chispas de la mecha, ya seca; el temblor de la luz hizo que en la pared se agitara convulsamente la sombra del cura, y entonces él, buscando casi a tientas la puerta de su alcoba, encendió una bujía y, tras rezar sus oraciones, se acostó; pero tardó mucho en dormirse.
Novillo, a tientas, abrió el maletín; extrajo de él un tarro que había sido de aceitunas y que estaba lleno de agua clara; se sacó con disimulo la dentadura postiza y la metió en el tarro. No podía dormirse con aquellos dientes ajenos, porque le mordían, a pesar suyo, la lengua, como si el antiguo propietario viniese, a favor de las tinieblas del sueño, a vengarse del macabro usufructo.
Es probable dijo don Modesto que el teatro sería entonces una cosa muy mala, en lugar de que ahora, como dice el folletín del periódico, es la escuela de las costumbres. ¡La escuela de las costumbres... el teatro! No hay remedio; usted se va pervirtiendo, don Modesto. Eso es peor que dormirse en el quinario. ¡Qué!, ¿toma usted los periódicos por textos de la Escritura?
El marino aprovechaba todas las revueltas de la calle para cortar estas recomendaciones con sus besos. Ella avanzó remolcada por él, sin voluntad, como si fuera á dormirse marchando. Una voz cantaba con diabólica satisfacción en el cerebro del capitán: «¡Ya está madura!... ¡ya está madura!» Y seguía tirando de ella, siempre en línea recta, sin saber hacia dónde caminaba, pero seguro de su triunfo.
Sólo vive cuando puede hablar de «su finado». Y si la conversación cambia de tema, pierde todo interés para ella y parece dormirse con los ojos abiertos. Una idea repentina hizo abandonar a Maltrana su tono ligero. Pero ¿se ha fijado usted, Ojeda, en el modo de ser de estos hermanos nuestros?
Los guitarristas apenas tocaban, y ahitos de vino inclinábanse sobre sus instrumentos con placentera somnolencia. El torero iba también a dormirse sobre una banqueta, cuando le ofreció llevarle a casa en su carruaje uno de aquellos amigos, obligado a retirarse antes de que su madre la condesa se levantara, como todos los días, para ir a la misa del alba.
Solía volver a sus novelas de la hora de dormirse la imagen de la Regenta, y entablaba con ella, o con otras damas no menos guapas, diálogos muy sabrosos en que ponía el ingenio femenil en lucha con el serio y varonil ingenio suyo; y entre estos dimes y diretes en que todo era espiritualismo y, a lo sumo, vagas promesas de futuros favores, le iba entrando el sueño al arqueólogo, y la lógica se hacía disparatada, y hasta el sentido moral se pervertía y se desplomaba la fortaleza de aquel miedo que poco antes salvara al doctor en teología.
Mientras se dormían, papá y tiita habían de estar bien pegaditos a las camas sin moverse. Si mantenían conversación entre sí, las niñas se agitaban y tardaban mucho más en conciliar el sueño. Así que procuraban guardar silencio, o cambiar solamente palabras sueltas en voz baja. Cecilita no podía dormirse sin tener cogida una oreja de su tía.
Palabra del Dia
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