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Actualizado: 4 de mayo de 2025
Entre los escombros sólo se había recogido un cadáver, el del único obrero muerto instantáneamente, y éste era el señor José. Su nombre y su domicilio estaban indicados con una precisión que no permitía dudas. Maltrana experimentó una dolorosa sorpresa. Recordó a su madre; pensó en el agradecimiento que sentía la Isidra por las bondades de su compañero. ¡Pobre señor José!
El que le escribía era un abogado de París, y Ferragut presintió por el papel lujoso y las señas de su domicilio que debía ser un maître célebre. Hasta recordaba haber encontrado alguna vez su nombre en los periódicos. Empezó la lectura de la primera página allí mismo, ansiando saber por qué causa le escribía el grave personaje.
Gustaba de albergarse en fementidas casas de huéspedes de los barrios del Sur; mudaba de domicilio con frecuencia, y por temporadas, en vez de tener domicilio fijo, pernoctaba en las casas de dormir y comía en las tabernas. El ejercicio de la vida independiente le dio cierto vigor de voluntad, que es propio de los vagos; aguzó su ingenio, precipitó su desarrollo intelectual.
El padre consiente y yo no espero sino una palabra de usted, señor Marqués, para decirle el nombre y domicilio de esta familia... interesante. Esto me determina completamente; mañana mismo dejaré un título que en mi situación es irrisorio, y que parece además exponerme á las más miserables empresas de la intriga.
La señora admiraba la pureza de sus costumbres tanto como sus estudios. Terminadas las clases, todavía acompañaba a algún profesor hasta su domicilio, prolongando de este modo la lección. Aquellos buenos señores, conociendo su origen, le trataban con gran afecto. Después, al volver a casa, se encerraba en su cuarto, lleno de libros.
Hacía tiempo que había muerto la tía, aquella doña Pepita, sencilla y devota, dejando sus bienes para la salvación del alma. El huerto y la casa azul eran ahora de su suegro, que había trasladado a su domicilio todo lo mejor, los muebles y los adornos comprados por Leonora en su época de aislamiento, mientras Rafael estaba en Madrid y soñaba ella en quedarse allí para siempre.
Sin duda su regreso de Inglaterra ha despertado sospechas e inducido a este error, porque después de muerto han ido a registrar su domicilio, y sólo han encontrado papeles que indicaban sus aficiones literarias. 21 de marzo. Esta mañana he leído una novela de Mme. de Genlis, que se refiere a la señorita de La Valliere.
Harto ya de revirados y yoparás, que el pregusto de la huída tornaba más indigestos, deteníase aún por falta de revólver, y ciertamente, ante el winchester del capataz. ¡Pero si tuviera un 44!... La fortuna llególe esta vez en forma bastante desviada. La compañera de Cayé, que desprovista ya de su lujoso atavío lavaba la ropa a los peones, cambió un día de domicilio.
Parió aquella bohemia de blanco y sedoso pelaje, y obligada a fijar domicilio para tranquilidad de su prole, escogió el patio del ogro, burlándose tal vez del terrible personaje. Había que oír al carretero. ¿Era su patio algún corral para que viniesen a emporcarlo con sus crías los animales de la vecindad?
La alegría de don Marcelo al ver llegar á los suyos fué obscurecida por la presencia de doña Elena. Era Alemania que volvía á su encuentro, el enemigo otra vez en su domicilio. ¿Cuándo podría libertarse de esta esclavitud?... Ella callaba en presencia de su cuñado. Los sucesos recientes parecían desorientarla.
Palabra del Dia
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