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El padre consiente y yo no espero sino una palabra de usted, señor Marqués, para decirle el nombre y domicilio de esta familia... interesante. Esto me determina completamente; mañana mismo dejaré un título que en mi situación es irrisorio, y que parece además exponerme á las más miserables empresas de la intriga.

Más era: en interés de la ruinosa casa Valcárcel, que por lo visto iba a menos por culpa de los despilfarros de Emma y los gastos secretos de su marido, debía Nepomuceno poner aquel todavía sano capital a parir, a producir algo más que el irrisorio tanto por ciento de la renta territorial. Tanto foro, tanta casería atómica, eran cosa ridícula. ¡Sursum corda! ¡All right! ¡Desenmoheceos!

Deshojada poco a poco por una lógica al principio tímida y por último irresistible, aquella vistosa flor de su presunción aristocrática, la cual, a falta de otras morales, desempeñaba en su alma un papel defensivo de primer orden, quedó completamente seca, muerta y más propia para irrisorio sambenito, que para adorno del cuerpo y del alma... Un día llevó Muñoz un papel, firmolo Isidora, después de negarse resueltamente a aceptar el auxilio que le ofrecía la marquesa, y a las dos semanas el juez decretó la absolución libre.

, se lo decía cara a cara, bien claro para que lo entendiera; ella no sabía jota de códigos ni de la práctica de tribunales: se daba por convencida de que había que vender todo, todo, aunque esto le parecía un despropósito que no podía mandar la ley, pero no de un modo irrisorio, a bajo precio; se daba por convencida que había mucho que pagar y era forzoso sacar el dinero de alguna parte, mas, ¿por qué se eternizaba un asunto tan sencillo? ¿qué deudas eran ésas? ¿qué cuentas eran ésas?

A un Jesús Nazareno, con la cruz a cuestas y la corona de espinas; a un Ecce-Homo, ultrajado y azotado, con la caña por irrisorio cetro y la áspera soga por ligadura de las manos, o a un Cristo crucificado, sangriento y moribundo, Pepita no se hubiera atrevido a pedir lo que pidió a Jesús, pequeñuelo todavía, risueño, lindo, sano y con buenos colores.

Los abonos no se conocían: se hablaba de ellos con desprecio, como invenciones modernas, contrarias a las buenas tradiciones. El cultivo intensivo de otros pueblos era considerado como un ensueño. Se araba a estilo bíblico; dejábase a la tierra que produjera a su capricho, compensando lo débil de la cosecha con la gran extensión de las propiedades y lo irrisorio del jornal.

¡Felices ellos! ¡Qué de ilusiones! Todos hemos pasado por lo mismo... Lo malo es que deseamos marchar adelante en busca de algo más, cuando debíamos quedarnos con lo que tenemos. El príncipe asintió con la cabeza, repitiendo lacónicamente: ¡Felices ellos! Su voz era un réquiem. Estos encuentros sucesivos le hacían pensar en la muerta comunidad de la que era jefe irrisorio.