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Actualizado: 15 de julio de 2025


Hay todavía, sin embargo, alteraciones y lagunas en su memoria. Lacante es extraordinario. La fibra paternal hasta ahora inerte y muda, ha vibrado por fin al contacto de esta débil criatura, tan dulce en sus sufrimientos y tan linda en su doliente palidez. ¡Ah, querido! La belleza es una maga poderosa.

Amigo le respondió el preguntado, con expresión doliente y afligida, la semilla asombrosa... pero... no quisiera decírselo a usted. ¡Hombre! ¿qué? Nada: la semilla, como digo, asombrosa, pero el santo salió flojillo. Los ministeriales, efectivamente, amigo lector, no quisiera decirlo, pero salieron también flojillos.

Examinó al enfermo, y nada de particular ni de alarmante halló en él que hiciera temer una noche como la pasada; pero tampoco se atrevió a prometérnosla más tranquila, porque todo cabía en una enfermedad de tan mala casta en un doliente tan aniquilado e indefenso como mi tío.

Sobre el lejano mar las negras naves sombras son en la calma vesperal; en la fronda un rumor de notas graves, que deslíe un liróforo oriental. Es la hora del crepúsculo. Silente gime el aura rindiendo vasallaje a Febo que desciende al Occidente. Eternamente fúlgida y doliente, es la tarde del trópico salvaje que muere lenta, lenta, lentamente...

Lleva usted razón.... Dios sobre todo aprobó el señor Joaquín, arrancando doliente suspiro de la vasta cavidad de su pecho. Esta noche, con el mal rato, la condenada asma va a darme qué hacer.... Encuentro ya la respiración muy corta. Dormiré, si duermo, casi incorporado.

Desde el umbral de la puerta se volvió a sonreirles, segura de que ellos estaban mirándola, en espera de aquella gracia suya. Reinó en el salón un breve silencio, y, con otro suspiro doliente, murmuró don Manuel: Por ella, por ella lo siento, sobre todo. Por Dios, deseche usted esa idea.... Pero él, obediente a su pensamiento, concluyó: Y por ti también, Salvador.

Tardó mucho en acostumbrarse a contemplar con ojos enjutos y corazón tranquilo, la soledad y el silencio de aquel gabinete en que tantas caricias y tan repetidos testimonios de entrañable amor había recibido del doliente octogenario. De todo lo cual se deduce que quería de veras a su abuelo.

Desaparecido había también don Baltasar de Peralta, como gota de agua que cayó en la mar, y Francisco de Rivalta no le buscaba, porque le obligaba la asistencia a mi doliente madre, que al fin halló el remedio a su desventura en la muerte. Detúvose al llegar aquí doña Guiomar; el corazón se la había oprimido, y las lágrimas, que en vano quiso contener, rompieron por sus hermosos ojos.

¿Qué quieres, Sancho hermano? -respondió don Quijote con el mesmo tono afeminado y doliente que Sancho. -Querría, si fuese posible -respondió Sancho Panza-, que vuestra merced me diese dos tragos de aquella bebida del feo Blas, si es que la tiene vuestra merced ahí a mano. Quizá será de provecho para los quebrantamientos de huesos como lo es para las feridas.

Y el cronista, que conocía la doliente historia de la gran trágica, se preguntaba atónito: «¿Cómo bajo esos pies tan pequeños, tan frágiles, tan lindos, más hechos para holgar entre pieles que para correr descalzos sobre el polvo ó la nieve de los caminos, ha podido pasar media Europa?...»

Palabra del Dia

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