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Actualizado: 16 de junio de 2025


Entre estos jines, unos son Péris ó Fadas, otros Dives ó gigantes, otros por último Tacoines ó destinos.

Marcos, sin contestar nada, extendió el brazo y tomó de la leñera una gruesa tranca; entonces la vieja, con los cabellos erizados, desapareció por el boquete más próximo como un hurón, y dos segundos después salía con una enorme linterna de cuerno, que Divès encendió tranquilamente con el fuego del hogar.

Viendo lo cual, Marcos Divès quedose pensativo. «Si nos rodean pensaba no podremos procurarnos víveres, y será preciso rendirse o morir de hambreVeíase perfectamente al estado mayor enemigo parado, a caballo, alrededor de la fuente de la aldea de Charmes.

Yo conocía ya a Hexe-Baizel, que era entonces criada de la granja de «El Encinar», en casa del padre de Catalina. Trájome en dote veinticinco luises, y vinimos a establecernos en la caverna de los Madroños. Callose Divès, y Hullin, muy pensativo, le preguntó: Entonces ¿has tomado cariño a este agujero?

Juan Claudio se estremeció; pero casi al mismo tiempo, sobre la pared que formaba la roca, vio destacarse la cabeza de Divès, que avanzaba gritándole: Hullin, pon la mano a la izquierda, donde hay un agujero; extiende el pie sin miedo y tocará en un escalón, y después da media vuelta.

Hullin temblaba de ira, haciendo responsable de la situación al contrabandista. Mientras tanto, Marcos Divès había rodeado el barranco, en lo que empleó una media hora, y comenzaba a divisar las dos compañías alemanas situadas, en posición de descanso, a cien pasos detrás de los cañones que hacían fuego sobre las trincheras.

Después de eso no hay más que hablar exclamó Divès ; pero escucha, Hullin; no hay que creer que es empresa fácil cortarles el paso; todos los cazadores furtivos, todos los segares schileteros y leñadores de la sierra no bastarán para ello.

Y mientras cuantos contemplaban el grandioso espectáculo se miraban unos a otros deslumbrados y mudos de espanto, resonó una formidable carcajada de Marcos Divès, que se mezcló al zumbido que vibraba en los oídos de aquéllos.

En el fondo del valle de Bouleaux, a dos tiros de fusil de la aldea de Charmes, hacia la izquierda, la comitiva empezó a subir lentamente el sendero del viejo burgo. Hullin, al recordar que había seguido el mismo camino cuando fue a comprar la pólvora a Marcos Divès, no pudo substraerse a una tristeza profunda.

Divès, de pie en los estribos, con la cabeza levantada y los bigotes de punta, los miraba sonriendo, y decía: ¡Esto va bien! La refriega era terrible; el suelo se estremecía.

Palabra del Dia

lanterna

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