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Mi tío parecía distraído, y yo, temiendo contrariarle, me contentaba con mirarle de vez en cuando a hurtadillas. »Está muy cambiado, aunque para las personas indiferentes tal vez pasaría inadvertido este cambio. Pero a no se me oculta: yo veo más arrugas en su frente, menos brillo en su mirada y más preocupación en toda su actitud.

Don Braulio era quizá el único que ignoraba todo aquello, y la gente se pasmaba de su ignorancia. Los sujetos más benévolos decían: No es extraño. El buen señor está en Babia siempre. ¡Es tan distraído! Vaya: más vale así. Otros exclamaban: Bien se conoce que el hombre es un verdadero filósofo. Otros: ¿Quién sabe?

Hallábanle distraído sus compañeros. El se disculpaba, sin declarar el verdadero motivo de su distracción. Entre tanto, ni en las calles, ni en los Jardines de noche, ni en parte alguna, volvió el Conde a ver a las dos beldades, por más que las buscaba. Y eso que tenía vista de lince y siempre iba con cuidado para que si pasaban cerca de él no se le escapasen.

Las luces, las vestiduras de los sacerdotes y sobre todo el órgano tuvieron de ello la culpa. Al cabo de unos minutos de silencio dijo el paisano con voz sorda: Estaba pensando en la iglesia, señor Núñez, estaba pensando en que este asunto de la religión es cosa curiosa. ¿Le parece a usted? respondió Núñez completamente distraído. Mucho.

» No está mejor, pero ahora duerme contestó con aire distraído, casi sin mirarme. La señora Braun está haciéndole compañía; yo voy a preparar el medicamento. »Desde la noche del baile, el doctor ha convertido su habitación en farmacia, y todas las medicinas las prepara él por mismo.

Me había impresionado, no obstante, su cuento, y al fin, por hablar algo, y en tono distraído, le pregunté: Mucho lo habrá V. sentido, ¿no es verdad? ¡Pues no lo había de sentir!... ¿Para qué he de engañarle a V. caballero? me contestó mirándome fijamente. ¡No lo había de sentir, si era mi padre!... Quedé estupefacto.

Todo ha sido una broma. Confiesa, Isidro, que he sabido marearte, y olvida esas tonterías. Feliciana dijo el joven gravemente , no llores. Broma o realidad, bendigo tu valor que te ha permitido decirme tales cosas. Tienes razón: soy un tonto; pero orgulloso, nunca. El ciego ya ve; el distraído se fija.

Dupont tosía fingiéndose distraído como si no oyese al huésped, mientras su madre seguía con asombro los estragos que hacía el forastero en los platos. ¡Qué manera de comer! Aquello no podía hacerlo un cristiano.

Después se separaron y Herminia y Mauricio recorrieron del brazo el salón mientras Roussel se paseaba con aire distraído.

Cuando llegué a la calle de la Verónica, y a la casa de doña Flora, esta me dijo: ¡Cuán impaciente está la señora condesa, caballerito, y cómo se conoce que se ha distraído usted mirando a las majas que van a alborotar a casa del señor Poenco en Puerta de Tierra!