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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Crespo hablaba poco, y menos en el campo; no solía discutir, prefería sentar su opinión lacónicamente, sin cuidarse de convencer a quien le oía. Así la influencia de la filosofía naturalista de Frígilis llegó al alma de Quintanar por aluvión: insensiblemente se le fueron pegando al cerebro las ideas de aquel buen hombre, de quien los vetustenses decían que era un chiflado, un tontiloco.
Mi norma era no discutir cuestiones de política ni de religión. El que por las trazas debía de ser liberal, mucho más aún de lo que se mostraba en público, era el boticario Garmendia. No le convenía desenmascararse por completo; pero, en el fondo, no tenía ideas religiosas.
Mi tía había tomado la costumbre de asistir a las lecciones, aunque no comprendiese nada y bostezara diez veces por hora. Ahora bien, la contradicción, aunque no fuera dirigida a ella, le causaba furor: furor tanto más grande, cuanto que no se atrevía a decir nada delante del cura. Por otra parte, el verme discutir le parecía una monstruosidad en el orden físico y moral.
Para la conclusion de este trato se juntaron en secreto, y antes de discutir sobre su expedicion, quisieron darle cabeza; porque sin ella fuera inútil cualquier consejo y determinacion, faltando quien puede y debe mandar.
Dos horas estuvo fuera. Volvió sofocada, quejándose del sol tan fuerte, que no parecía de invierno. ¿Ha llamado el niño? preguntó a Pampa. No, señora. ¡Qué cabeza! decíase misia Casilda, no me he acordado de llevar los cubiertos de plata; estos prenderos son todos unos judíos... ¡Cuánto corretear y qué discutir, para no traer más que mil ochocientos nacionales!
Quiso Antero discutir con su tío; probarle que estas lacerias no son consecuencia obligada de la industria y las minas, sino perturbaciones accidentales que al cabo quedan suprimidas por sí mismas cuando los obreros se hacen más cultos por la enseñanza y el trato. Pero don Félix se negó á escuchar.
Tan pronto pensaba que no le quería ni pizca, como que le empezaba a querer, y todo era discutir y analizar palabras, gestos y actos de ella, interpretándolos de una manera o de otra. «¿Por qué me dijo tal o cual cosa? ¿Qué querría expresar con aquella reticencia?... Y aquella carcajadita, ¿qué significaba?... Ayer, cuando me abrió la puerta, no me dijo nada... Pero cuando me marché díjome que me abrigara bien».
En el del Siglo había una gran reunión de espiritistas, a la que concurría por aquella fecha Federico Ruiz. Viole Rubín, y se acercó a la tertulia, teniendo el gusto de discutir con los individuos más entusiastas de aquella secta.
No admita idea sin analizar, ni proposicion sin discutir, ni raciocinio sin examinar, ni regla sin comprobar; fórmese una ciencia propia, que le pertenezca como su sangre, que no sea una simple recitacion de lo que ha leido, sino el fruto de lo que ha observado y pensado.
¿Usted no cree? me preguntó tristemente. Creo, por el contrario, en muchas cosas hermosas... en la bondad... en la ciencia... en la... Elena me interrumpió: Hay un nombre que lo resume todo, ¿y no lo dice usted? Es que quisiera comprender... ¿Comprenderlo todo? me preguntó. ¿Es eso posible? ¿Cree usted que todo se puede explicar? Yo no quería ni afligirla ni discutir.
Palabra del Dia
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