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Actualizado: 6 de junio de 2025
La vida en Rio Janeiro, mas cara que en ninguna capital de Europa, es muy poco agradable. El espíritu de sociabilidad, léjos de irse desarrollando, no parece sino que se recoje: faltan las reuniones, los bailes, los clubs, las recepciones, todos los medios, en fin, que se conocen en Europa para verse, conocerse, hablar, discutir.
Se habían puesto a discutir con animación si la abuelita no habría interiormente correspondido al bisabuelo de Adriana. Sí opinaba Carmen pero ha guardado el secreto, jamás lo ha confesado a nadie, ni a nosotras mismas lo diría nunca. Fue tal vez el único amor verdadero de su vida y un recuerdo que se llevará ella a la tumba.
Juana, que habita un departamento amueblado, lo ha despedido la semana pasada. Sus baúles están hechos desde ayer y va á dejarlos en depósito en la estación del Norte. Ella se va á Boulogne y el saldrá por otra línea é ira á reunirse con ella. ¿Es claro todo ésto? Hablaba con tal calma, que no traté ya de discutir ni dudé más.
Para mí, hombre del Norte, aquello era una temperatura deliciosa, y no me subí siquiera el cuello de la americana, como hizo mi compañero. Sentía la cabeza caliente; me quité el sombrero y caminé con él en la mano. Suárez me propuso dar una vuelta por el muelle, y yo accedí gustoso porque sentía la necesidad de despejarme. Comenzamos a discutir sobre política con calor.
Como si la mirada y el gesto de Ferragut les hubiesen avisado con misteriosa sensación, los tres volvieron los ojos, fijándolos en el capitán. Luego empezaron á discutir entre ellos con una vehemencia que hacía adivinar sus palabras. «¡Es él!...» «¡No es!...» Aquellos hombres le conocían, pero dudaban al verle.
Era un poco repulsivo ver esta explotación, y Martín, sintiéndose patriota, habló de la avaricia y de la sordidez de los franceses. Un ropavejero de Bayona le dijo que el negocio es el negocio y que cada cual se aprovechaba cuando podía. Martín no quiso discutir.
Arranca del portal una escalera medianamente espaciosa, cuidadosamente tapizada de polvo como conviene a esta clase de establecimientos, la cual termina en una portería o conserjería donde hay generalmente sentados seis u ocho señores ocupados en la tarea de mirar lo que entra y lo que sale y en charlar y discutir en voz alta a fin de que los que estudian dentro se acostumbren a concentrar su atención, como hacía Arquímedes en los tiempos antiguos.
Pues nada, a purificarse tocan. ¿Ve usted cómo nos hemos entendido? dijo el clérigo con alegría, levantándose . Cansado ya de tanto discutir, yo le dije a mi hermano: Si tu pasión es tan fuerte que no la puedes combatir, pon el pleito en mis manos, tonto, que yo te lo arreglaré.
Antes, sin embargo, había querido llamar a Vérod para ver si también él dudaba, para discutir con él sus nuevas sospechas. En los primeros días estaba oprimido por el dolor contestó, después de haber examinado todo aquello mentalmente una vez más; pero después se vio que la prisión le hacía sufrir. ¿Ve usted? exclamó Vérod.
He leído, releído y meditado su carta de usted, mi buen señor cura, a fin de hacer entrar en mí el espíritu que la ha dictado y que quiero que sea mi regla de conducta: «No discutir jamás las cuestiones de fe...» ¡Cómo me agrada esto!
Palabra del Dia
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