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Los troncos de pino, los pies derechos y contrafuertes que sostienen sólidamente el dique, se retiran con cuidado; luego, á una señal, la traviesa que servía de cerrojo á la enorme puerta, es precipitada al fondo, la compuerta se levanta y la masa impetuosa del agua corre con furor hacia la salida que le acaban de abrir.

Desgraciadamente al poco tiempo de inaugurado aquel canal, se cerró para la navegación por la gran masa de arena que en sus bocanas acumularon los efectos de un tifón, encontrándose á la fecha este paso en tal situación, esperando que algún día se abra de nuevo ante las necesidades comerciales de la provincia, recomendando para la fecha en que se verifique, la necesidad de hacer un dique ó rompe-olas á alguna distancia de sus bocanas, para evitar la aglomeración de arenas que allí remueven las fuertes mareas.

Sus pies parecían avisarle el cataclismo que se desarrollaba debajo de ellos: la tromba líquida invadiendo con espumoso mugido el espacio entre la quilla y la cubierta, destrozando las mamparas metálicas, derribando los portones de seguridad, desordenando los objetos, arrastrándolo todo con la violencia de una inundación, con el mazazo de un dique que se rompe.

Huyeron los gauchos, perseguidos por los obreros del dique, y acudieron las mujeres, lo mismo las danzarinas del establecimiento que las pertenecientes á las familias del pueblo, para rodear á los dos heridos y levantarlos. González, que protestaba á gritos, sin que nadie le escuchase, hizo un gesto de alegría al reconocer á Robledo, como si éste pudiera arreglarlo todo.

Si los ingenieros del Estado conseguían cruzar con un dique el río Negro, los canales que estaban abriendo un español llamado Robledo y otro socio suyo fecundarían las tierras compradas por ellos junto á su estancia, y él podría aprovechar igualmente dicha irrigación, lo que aumentaría el valor de sus campos en proporciones inauditas.

Creo siguió diciendo el ingeniero que no se me adelantará en este obsequio el tal Pirovani, que cada vez resulta más insufrible. Al marcharse Canterac hacia las obras del dique, Moreno empezó á examinar los papeles. Sus ojos se dilataron de asombro, tomando casi la misma forma circular de las gafas con montura de concha que los cubrían.

Interrogaciones son estas que solo con hipótesis contestan las generaciones presentes. Jadeantes, rotos y hambrientos dirigimos la última mirada á la bóveda del calizo sarcófago, jamás hollado hasta entonces por planta europea, comprendiendo el placer de la libertad al divisar por la abertura de la peña las azules ondas que no encuentran dique hasta besar las arenas de las americanas playas.

¡Y era de oír cómo se hablaba entre aquellas gentes de canalizar, de fecundizar, de obras de fábrica, del curso del río, de empalizadas, murallones y otras magnitudes por el estilo, ni más ni menos que si trataran de dar nuevo cauce al Amazonas, o de poner un dique a los furores del Atlántico, cuando, en rigor, todo estaba reducido a retorcer el cauce del regato, junto a la villa, en un trayecto de cuarenta varas, de dos de anchura por otras tantas de profundidad!