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Actualizado: 19 de junio de 2025


Hoy por hoy, Bilbao es ya una ciudad donde el dinero se cuenta por millones, y esta ciudad resulta doblemente extraordinaria porque se encuentra situada en el país de la calderilla. Indalecio Prieto, el actual diputado por Bilbao, es un diputado socialista, pero socialista para obreros.

El hijo del menestral, el criado de servicio, todo el que sabe leer y escribir, repugna el trabajo manual, y dice para : ¿por qué no he de estar yo también empleado? ¿Por qué el diputado no me proporcionará una bonita colocación?

Don Simón de los Peñascales, como todo diputado, y a mayor abundamiento ministerial, recibía por docenas y cada día las cartas de sus amigos y electores, y en todas ellas le pedían algo estos apreciables caballeros, desde un destino hasta un sombrero; desde una recomendación para el otro mundo, hasta la colocación de una nodriza . Porque a un diputado se le considera en su distrito capaz de los imposibles, y, por ende, se le cree, y se le hace, el mejor y más barato agente de negocios en Madrid.

Creo que es diputado o que va a serlo: tal vez algún día lo veamos ministro... El padre parecía bruto porque no tenía letras, pero guardaba algo en la mollera.

De todos modos, corregido ya el maestro Raimundico, morigerado por la ancianidad, reverdeciendo en su corazón el amor paternal sobre los restos de otros ya muertos y menos santos amores, y tal vez proyectando que el muchacho, que había cumplido veinticinco años, ganase popularidad y simpatías en el distrito, para que fuese elegido diputado, le mandó llamar con términos harto imperativos y hasta dejando de enviarle dinero, que era el medio más eficaz de que podía valerse.

De repente, Rafael despertaba con los aplausos y el barullo. Había llegado el momento de votar, y el diputado, viendo todavía los últimos contornos de la casa azul que se desvanecían, preguntaba a su vecino de banco: ¿Qué, votamos? ¿ o no?

La nobleza intentó nombrarlo diputado en los Estados generales, pero su delicada salud le impidió aceptar. Los republicanos también deseaban que fuese miembro de la Convención, pero tampoco aceptó.

Un diputado republicano proclamaba la guerra a Dios, le retaba a que le hiciese enmudecer, y la impiedad seguía inmune y triunfante, derramando su elocuencia como una fuente envenenada. Gabriel vivía en un estado de belicosa excitación.

EL JUEZ. Estos escrúpulos le honran. ¡Pero después se ha desquitado usted...! ¡Las quería usted menores, picarón! ELOY. ¡Yo picarón...! ¡Usted tiene ganas de broma...! ¡Aborrezco el amor, así se trate del conyugal...! EL JUEZ. ¡Usted oculta sus intenciones, mi querido diputado! ELOY. Le repito que soy víctima de una maquinación. La culpa de todo esto la tiene la Proporcional.

Algunos diputados, tendidos en sus escaños, parecían cadáveres en descomposición. Olía mal. Indudablemente pensé , el Parlamento no es un espectáculo de verano. Para el verano ya tenemos las corridas de toros, que se hacen al aire libre. Y, dirigiéndome a un diputado amigo: ¿Por qué no cierran ustedes? le dije.

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