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Actualizado: 5 de mayo de 2025


En cuanto a Rosa, su conducta era distinta: adoptaba la reserva diplomática y fría de que hacen uso los hombres refinados para vencer a los seres inocentes, y que suele ser de feliz resultado. Todos le trataban con familiaridad, y hasta parecían haberse olvidado del motivo que le había traído a la casa: tanto cuidado ponía en mostrarse llano y amable.

Por mi parte manifestó el pollo con sonrisa altamente diplomática y pienso que también por parte de todos estos señores, le agradecería muchísimo que rebuscase en su memoria y nos hiciese conocer alguna..., ¿no es verdad, señores? , , Margarita, cante usted, por Dios, alguna. ¡Si no me acuerdo! Vamos, ya se acordará usted... Empezando, la irá usted sacando poco a poco.

En el Senado encuentro siempre vacía la tribuna diplomática; en la Cámara tengo que llegar temprano, para obtener un buen sitio.

Solamente se había disputado una vez con ciertos compatriotas, procedentes de Barcelona, que pretendían imponerle la bandera catalana. Yo la admito dijo con solemnidad diplomática . Lo único que discuto es sus dimensiones. Y acabó por aceptarla en su «museo banderístico», como él decía, pero exigiendo que su tamaño no pasase de la cuarta parte de la bandera española.

Muy bien, Brull muy bien mugía el ministro, de bruces en su pupitre, oyendo con delicia sus propias ideas en la boca del joven. El orador descansó un instante, paseando su mirada por las tribunas, iluminadas ahora por las lámparas. La dama de la tribuna diplomática había cesado de abanicarse, mirándole fijamente.

La solemnidad beatífica con que encubre su nulidad, sus manos cuidadas de ocioso, sus pretensiones de resolver las cuestiones de etiqueta diplomática, porque fue en otro tiempo simple agregado a la legación de Berna, y hasta ese pueril conocimiento de las genealogías aristocráticas que le permite jugar con los grandes nombres como un chicuelo con las tabas, todo ese conjunto de necedades divierte a Lacante y completa el decorado.

Procedente de una familia de militares pobres y gloriosos, veíase convertida de pronto, por el entusiasmo casi senil de su marido, en una gran señora diplomática, rodeada de todas las comodidades de la riqueza, sin tener ya que sufrir el tormento de una mediocridad con la que habían pugnado desde la niñez sus gustos de mujer elegante.

Este respondía a las salidas brutales del duque con razonamientos corteses y suaves, sonriendo siempre benévolamente. El duque acentuaba su rudeza, que en el fondo era muy diplomática. Yo no tengo gana de tirar mi dinero. Me ha costado mucho trabajo adquirirlo, ¿sabe usted? Probablemente, al fin y al cabo, me veré obligado a cortar por lo sano, separándome del negocio.

Estas ideas, que fermentaron en el cerebro de aquella gran diplomática y ministra durante todo el mes de Marzo, determinaron los recaditos que mandó a Fortunata con Ballester, el encargo que hizo a Quevedo de asistirla cuando el caso llegara, no vacilando en decir al feo y hábil profesor de obstetricia que sus honorarios no serían perdidos.

La muchacha corrió ligera a vestirse. Pues como indiqué a usted, señora condesa... dije, reanudando mi interrumpida conferencia diplomática. Haga usted cuenta de que no ha indicado nada, caballero. Todo es inútil. Si el objeto de su visita es traerme recados o proposiciones de la condesa, puede usted retirarse. La señora condesa se apresura a conceder a usted... No quiero que me conceda nada.

Palabra del Dia

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