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Actualizado: 5 de mayo de 2025
Ni las personas más inofensivas estaban libres de sus burlas, siendo principal blanco de ellas el Ministro de Negocios extranjeros del Rey Venturoso, cuya gravedad, entono y cortas luces, así como lo detestablemente que hablaba el sanscrito, lengua diplomática de entonces, se prestaban algo al escarnio y a los chistes. Así andaban las cosas, y las fiestas de la corte eran más brillantes cada día.
Media hora; ya llevaba media hora hablando y aún no había comenzado de veras el discurso. Ahora lamentaba que la Cámara estuviese vacía. ¡Tan bien que marchaba aquello!... Frente a él, en la penumbra de la tribuna diplomática, seguía moviéndose el abanico, distrayéndole con su aleteo. ¡Diablo de señora! Bien podía estarse quieta.
La paz, sin embargo, me parece en extremo deseable, y la acción diplomática conveniente, ya que á pesar del indiscutible valor y del pasmoso sufrimiento de nuestros soldados, no bastan las armas. ¿Cómo debe ser, ó cómo puede ser esta acción diplomática, dado que la haya? Una cosa es el debe y otra el puede. Aristóteles pone muy bien en claro la diferencia.
Las causas que promovieron y facilitaron esta enseñanza fueron de diversa índole: en primer lugar, con relación a época más remota, la venida y permanencia larga de aquellas cuadrillas de artistas, artífices y obreros que construyeron las catedrales, debió de influir mucho en nuestra cultura: y luego las relaciones frecuentes y comunicación diplomática de nuestros reyes con los soberanos extranjeros contribuirían también, por el cambio de regalos, a que la gente rica se fuese aficionando a la pintura que ya en Flandes y en Italia era principal ornato de templos y palacios.
Se agitó en los primeros meses con el cariño agresivo é irracional de la hembra que ve sus cachorros en peligro. Corrió de ministerio en ministerio, valiéndose de todas sus relaciones sociales. ¡Pero eran tantas las madres!... No iban á emprender una gestión diplomática sólo para ella.
Hace parte del gran palacio de Luis XIV y es cuadrilonga. El presidente estaba enfrente de la tribuna diplomática, en un pupitre elevado, teniendo a la misma altura, pero a su espalda, de un lado a varios escribientes, de otro a varios ordenanzas. Una escalera conducía a su asiento. Más abajo, la celebrada tribuna parlamentaria, a la que se sube por dos escaleras laterales.
La doctora, por ser polaca, estaba relacionada con ellos hacía muchos años... Y cesó de hablar, dando entrada á Kaledine en la conversación. Al principio el conde se mostró frío y algo desdeñoso en sus palabras, como si no pudiera despojarse de su altivez diplomática. Pero lentamente esta altivez se fué fundiendo.
Algunas señoras de la clase de parlamentarias, que acudían todas las tardes de bronca, rumiaban caramelos y miraban con extrañeza a aquel viejo de terrible fama, cuyo nombre jamás se pronunciaba en sus tertulias, admirando su aspecto bondadoso y la natural distinción con que llevaba la levita. ¡Parecía imposible!... En la tribuna diplomática sólo quedaba una señora lujosamente vestida, con un gran sombrero de plumas negras, tras el cual casi desaparecía un joven rubio, peinado en bandós, correcto y estirado.
Matildita obtuvo un éxito tan satisfactorio en su dificilísima gestión diplomática, que Fernanda había concedido a su enamorado trovador el permiso de ir a hablarle por la reja los martes, jueves y sábados. Eduardito osaba esperar que, andando el tiempo, obtendría el mismo señalado favor los lunes, miércoles y viernes.
La vida diplomática tiene, es cierto, nobilísima esfera de acción, pero para un hombre de esas condiciones se asemeja a un suicidio moral. Porque si las funciones diplomáticas permiten disponer de ocios, es preciso llenarlos, y si no se les llena con la labor literaria, un temperamento demasiado activo corre peligro de emplearlos en apurar hasta las heces el cáliz de Capua, y ese cáliz es fatal.
Palabra del Dia
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