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Actualizado: 26 de mayo de 2025


Pero no se turbe usted, joven. Sea franco. Me place ver en mis subordinados cierto espíritu de independencia... naturalmente, si no traspasa ciertos límites definidos por la ley. Bueno, dígame francamente, como si hablase usted con su padre, por qué le gustan las negras. ¡Hay en ellas algo exótico, excelentísimo señor!

Ustedes matan a algunos hombres; pero le dan de vivir a muchos más. Siéntese usted y dígame en qué puedo serle útil. ¿Quiere usted, quizá, que le recomiende algunos amigos? Lo haré con mucho gusto... Mi visitante se dejó caer en una butaca. Yo venía en busca de un intelectual exclamó y usted niega serlo. Esto me contraría considerablemente. Necesito un intelectual a todo trance...

Y usted... usted que es poeta... dijo ella interrumpiendo su recitado . Dígame algo suyo... Debe ser muy hermoso. Fernando se excusó.

Es el caso.... Dígame usted todo.... Todo. Es el caso que una señorita muy guapa, muy elegante, y además muy rica, la misma que se puso tan seria y abogó por esas pobres muchachas que pedían socorro a las Conferencias, me tomó del brazo... y.... Bien, tomó a usted del brazo... ¿y qué? Y salimos. Salieron... ¿y qué más?

Perdone usted a ese pobre criado que ha obrado sin saber lo que hacía, y dígame qué es lo que puedo hacer en su obsequio. Secose los ojos la esposa infiel. Volvieron a humedecérsele y volvió a secarlos.

Impresionó penosamente a la compasiva Jacinta aquella estampa de miseria en traje de persona decente, y más lástima tuvo cuando le vio saludar con urbanidad y sin encogimiento, como hombre muy hecho al trato social. «Hola, Sr. de Ido... ¡cuánto gusto de verle! le dijo Santa Cruz con fingida seriedad . Siéntese, y dígame qué le trae por aquí». Con permiso... ¿Quiere usted Mujeres célebres?

¡Ay! dijo ella más confusa y separándose del cura. ¡Cuándo llegaremos á esa calle!... ¿Está muy lejos todavía? , hija mía: está lejos, muy lejos. ¿Pero qué prisa tiene usted? ¡Ah! , tengo mucha prisa. Pero no se moleste usted más. Dígame por dónde debo ir ... y seguiré sola. ¡Ah! no acertará usted en toda la noche. Está muy lejos. ¿Pero qué prisa tienes, hija mía?

-Asolviese quieres decir, Sancho -dijo don Quijote-. Di en buen hora, que yo responderé lo que supiere. -Dígame, señor -prosiguió Sancho-: esos Julios o Agostos, y todos esos caballeros hazañosos que ha dicho, que ya son muertos, ¿dónde están agora?

Si se retira a la una o a las dos de su tertulia, y pasa por una botica, llama: el mancebo, medio dormido, se asoma a la ventanilla. ¿Quién es? Dígame usted pregunta el calavera, ¿tendría usted espolines?

Entonces serán de los dos repuse. No hay nada perdido. Vamos, dígame usted algunos suyos. Si usted es poeta estará enamorado, ¿eh? ¡A que ! Todos los poetas son muy enamorados. Pepe Ruiz ¡uf! a todas cuantas veía les pedía la conversación.

Palabra del Dia

condesciende

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