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Actualizado: 19 de mayo de 2025
Abstrayéndonos del órden de la sensibilidad, levantándonos á la esfera intelectual pura, ¿quién sabe si podríamos decir que no hay otra intuicion del alma que la que tenemos ahora; que ella, en sí misma, en su entidad una, simple, es esta misma fuerza que sentimos; que esta misma fuerza es el sujeto de las modificaciones, que es la substancia, sin que sea preciso excogitar otro fondo muerto digámoslo así, en que resida esta fuerza? ¿por qué la misma fuerza no podrá ser subsistente? ¿por qué debemos imaginar otro substratum en el cual se apoye?
Todos ustedes saben que el local destinado en nuestro cementerio municipal y subrayó la palabra a los cadáveres no católicos, digámoslo así... Orgaz hijo sonrió. Ya sé, joven, ya sé que he cometido un lapsus. Pero no sea usted tan material. Aquel grupo de progresistas y socialistas serios miró en masa al mediquillo impertinente con desprecio.
Eran, digámoslo así, Damón y Pithias tonsurados, Orestes y Pílades con cerquillo. No pasaron ciertamente por frailes de gran ciencia, ni lucieron sermones gerundianos, ni alcanzaron sindicato, procuración o pingüe capellanía, y ni siquiera dieron que hablar a la murmuración con un escándalo callejero o una querella capitular.
Básteme afirmar que no pocas se leen con agrado, que están sencilla y elegantemente escritas, y que tal vez son más morales y más amenas aquellas cuyos autores, o no han leído muchas novelas francesas o inglesas, o se olvidan de ellas cuando componen las suyas. De los novelistas ya muy populares y acreditados, de los veteranos, digámoslo así, no he de decir aquí palabra.
Y dio un chillido y se agarró a don Saturno que, patrocinado por las tinieblas, se atrevió a coger con sus manos la que le oprimía el hombro; y después de tranquilizar a Obdulia con un apretón enérgico, concluyó de esta suerte: Tales fueron los preclaros varones que galardonaron con el alboroque de ricas preseas, envidiables privilegios y pías fundaciones a esta Santa Iglesia de Vetusta, que les otorgó perenne mansión ultratelúrica para los mortales despojos; con la majestad de cuyo depósito creció tanto su fama, que presto se vio siendo emporio, y gozó hegemonía, digámoslo así, sobre las no menos santas iglesias de Tuy, Dumio, Braga, Iria, Coimbra, Viseo, Lamego, Celeres, Aguas Cálidas et sic de coeteris.
El intento, si se realizaba, costaría un sentido; pero ¿qué tenía que ver ella con ese prosaico y vulgar detalle? ¿No era rica? ¿No daban sus caudales para todo? ¿No era el intento noble y, amén de noble, impuesto por la ley inexorable... «de las cosas»? Pues habría teatro doméstico, y lindo y elegante, como el mejor de su especie; y para lograrlo así y lo más pronto posible, conferenciaba a menudo con el mismo arquitecto que le había trazado y dirigido las obras de su casa, y con su hija para la formación, digámoslo así, de la troupe aristocrática que había de debutar en él, a más tardar en la próxima noche de Año Nuevo.
Artegui se quedó mirándola tan fijamente, que Lucía sintió, digámoslo así, el peso y el calor de aquellos ojos en sus mejillas, y encendiose toda en rubor, murmurando: ¡Le cuento a usted cada tontería! Como no tenemos de qué hablar.... Seguía él escudriñando con la vista el franco y juvenil semblante, como una hoja de acero registra la carne viva.
En efecto: el yo nace, digámoslo así, para sí mismo, con la presencia del pensamiento; si la actividad intelectual se concentra para buscar su primer apoyo, se encuentra nó con el yo puro, sino con sus actos; es decir, con su pensamiento.
Comenzar Valentín el estudio de las matemáticas de Instituto y revelar de golpe toda la grandeza de su numen aritmético, fué todo uno. No aprendía las cosas, las sabía ya, y el libro no hacía más que despertarle las ideas, abrírselas, digámoslo así, como si fueran capullos que al calor primaveral se despliegan en flores. Para él no había nada difícil, ni problema que le causara miedo.
Cuando alguno decía que vendría de rey a Madrid el hermano de Napoleón, daba pie para las más ingeniosas improvisaciones del género epigramático. Todas las tertulias, que entonces eran muchas, pues la sociedad no se desparramaba aún por los cafés, eran, digámoslo así, verdaderos clubs donde latía sorda y terrible la conspiración nacional.
Palabra del Dia
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