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Actualizado: 17 de octubre de 2025


La negra silueta del pueblo dibujábase a la lejos, y una torrecilla alzábase sobre él destacando su espadaña con precisión del fondo oscuro de la noche. ¡Pobre Cervantes! ¡Aquí fue preso y maltratado como el último comisionado de apremio; en todas partes despreciado y humillado, cual si no hubiese tropezado en el curso de su vida más que con poetas líricos!

, señora dijo Lázaro, por contestar de algún modo á aquella profundísima y grave pregunta. Yo soy rica. Hace poco hubiera dejado perder mi fortuna sin cuidado ninguno. Siempre he despreciado todo eso. Pero hoy no; hoy pienso en ese tesoro como un medio de vida. Para nada quiero; pero los hombres que tienen ambición necesitan todo eso. Lo necesitamos, ¿no es cierto?

Aquel nombre había hecho dar un vuelco a mi corazón; era la patria del famoso Don Quijote de la Mancha; y aunque yo en mi calidad de poeta lírico he despreciado siempre a los novelistas por falta de ideal, todavía el nombre de Cervantes fascinaba mi espíritu por la gran fama de que goza en todo el universo.

Sucedía, no obstante, que este temperamento o abundaba en demasía o se falsificaba, como todas las cosas buenas, pues es lo cierto que unas tras otras, con más o menos disimulo, todas las niñas del camino despreciado se iban pasando al camino despreciador, quedando aquél al cabo de algún tiempo totalmente desierto.

Desengañado de estas altas sabidurías, y ansioso de todo lo que por ellas había despreciado, se diría que vuelve a él aquella parte más ruin de su alma, bajo la forma y con el ser de diablo. Esta inferioridad diabólica respecto a Fausto y respecto a los demás espíritus superiores, no se desmiente nunca.

Eran de maestros famosos del siglo XVIII. También debía haberlos despreciado el comisario por insignificantes. Una ligera sonrisa del conde le reveló su verdadero paradero. Había escudriñado toda la pieza, el dormitorio inmediato, que era el de Chichí, el cuarto de baño, hasta el guardarropa femenino de la familia, que conservaba, unos vestidos de la señorita Desnoyers.

Ya estaba próxima a los peñascos, ya iba a estrellarse entre torbellinos de espuma, y aquel hombre que tanto había despreciado la vida del semejante, que había nutrido a los tiburones con tribus enteras y que llevaba un nombre aterrador como una leyenda lúgubre, revolvíase furioso, sujeto por cien manos, blasfemando porque no le dejaban arriesgar la existencia socorriendo a unos desconocidos, hasta que, agotadas sus fuerzas, acabó llorando como un niño.

Conozcamos, hermano mío carísimo, nuestra fortuna, la cual estoy por decir que es la mayor de cuantas Dios puede conceder á sus escogidos. ¿Y qué? ¿Por ventura es cosa de poca monta vivir desconocido, y si tengo de decir la verdad, despreciado de todos, ó á lo menos poco estimado? ¡Oh, afortunados nosotros, si de cosa tan grande fuéramos participantes! ¡Ánimo, hermano mío muy amado! ¡aliento, vamos, vamos! mas ¿dónde? á las Indias, esto es, al Calvario. ¿A qué fin?

Sin embargo, parecía ahora que fríamente había despreciado la deuda de gratitud que tenía para con nosotros, y al mismo tiempo me había impuesto a una obligación no muy fácil de cumplir: la tutela de Mabel, su única hija. Debo declarar que, teniendo en cuenta todas las misteriosas y curiosas circunstancias de lo pasado, la situación, para , estaba muy lejos de ser satisfactoria.

El segundo trozo, entre los rios Igatimí y Yaguarí, fué absolutamente despreciado de los conquistadores, que hallándole casi desierto, nunca fijaron el pié en él, sino el V. P. Fray Luis Bolaños, que inició la reduccioncita de Pacoyú que se deshizo en un momento.

Palabra del Dia

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