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Actualizado: 8 de mayo de 2025


Contó al barón la pasión insensata que lo consumía desde hacía seis meses; le explicó cómo se había despojado de todo por la señora Chermidy. El barón era un hombre excelente y quedó tristemente impresionado al oír que aquella casa que había visto levantarse en pocos meses había caído más bajo que nunca.

Una mañana supo que «monseñor» de Sibour había muerto asesinado... ¿Qué sintió entonces Sara? Ella lo declara, sin sospechar tal vez el alcance inmenso de su confesión. Sentí dice, que el asesino me había herido á también y despojado de algo precioso, pues «acababa de robarme mi pequeña gloria».

Durante la breve pausa que siguió a los últimos conceptos de Guillermina, el infeliz hombre cayó en su conciencia como en un pozo, y allí se vio tal cual era realmente, despojado de los trapos de oropel en que su amor propio le envolvía; pensó lo que otras veces había pensado, y se dijo en sustancia: «Si soy un verídico mulo, un buen Juan que no sabe matar un mosquito; y esta diabla de santa tiene dentro el cuerpo al Pae Eterno».

Percibe Hay primero la diversidad de los seres que tienen vida, y abstrayendo luego las diferentes cualidades que los distinguen, ve aquello en que todos convienen y en que todos se identifican y halla así la especie y el género y llega por último a la unidad del ser, despojado de accidentes y de distinciones, pero que lo comprende todo.

Después del largo sermón de las siete palabras, la noche del Viernes Santo, don Guillén tenía la voz tomada, hendida, un poco estridente. Había sido actor, durante dos horas, y ante un auditorio de reyes, infantes y demás tropa palatina, en el drama de los dramas: la pasión y muerte del Hombre-Dios. Su rostro no se había despojado aún de la persona o máscara trágica.

El resultado de todo esto continuó fue una gran injusticia. Los reyes habían prometido un premio de diez mil maravedíes al primero que descubriese tierra, y Colón, que no perdonaba provecho, se atribuyó dicha suma, fundándose en lo de «la candelica». Pinzón, que podía atestiguar la verdad, acababa de morir; y el pobre Rodríguez Bermejo, al verse injustamente despojado por el grande hombre, sin que nadie atendiese sus quejas, sintió tal desesperación que se pasó al África y renegó de la fe cristiana, haciéndose moro.

Creí entonces que todo había pasado del mejor modo posible, y que mi tío nada sabía. ¡Cómo podía yo adivinar que el pobre joven había sido maltratado por el mayordomo, despojado de sus vestidos y azotado hasta hacerle saltar la sangre, sin que el dolor le hubiese arrancado ni una queja, ni una palabra!

El dilema es inevitable: ser comido lentamente por los frailes, los derviches, los bonzos, con elevada mortalidad y miseria grande, para ser luego despojado o absorbido de golpe por los rivales o levantarse y andar como ellos.

Hoy cerrado al culto, profanado, despojado, convertido en almacen de maderas, ofrece dificil paso á la célebre capilla de los mártires patronos de Córdoba este templo, cuyo pavimento cruzaba de rodillas desde la entrada un monarca tan prepotente como Felipe II cuando iba á venerar las santas reliquias de aquellos. Edificios árabes y moriscos.

Ahora, ya no era sólo la amargura de haber despojado a una familia venerable; asaltábame el remordimiento de haber privado a la sociedad de un personaje fundamental, un letrado perito, columna del Orden, apoyo de las instituciones. No se puede arrancar a un Estado una personalidad que vale veinte millones de pesetas sin perturbar su equilibrio. Esta idea era mi desesperación.

Palabra del Dia

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