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Actualizado: 24 de mayo de 2025
«Así, así... muertos los dos... charco de sangre... yo vengado, mi honra la... la... vadita» murmuraba él dando golpes cada vez más flojos, y al fin se desplomó sobre el jergón boca abajo. Las piernas colgaban fuera, la cara se oprimía contra la almohada, y en tal postura rumiaba expresiones oscuras que se apagaban resolviéndose en ronquidos.
Fue aquello como una oleada de luz esplendorosa, de rumores confusos, de miradas punzantes, de sonrisas burlonas, de colores fantásticos y de aromas narcóticos, que se desplomó de pronto sobre mí agobiándome el espíritu y deslumbrándome los ojos. Aprensiones de mi inexperta fantasía, que exageraba enormemente el relieve de mi figura y el espacio y el término que ocupaba en aquel cuadro.
Desapareció de pronto la cabeza del oficial: dos surtidores de sangre saltaron de su cuello y el cuerpo se desplomó como un saco vacío. Al mismo tiempo un ciclón pasaba á lo largo de la pared, entre ésta y el edificio, derribando árboles, volcando cañones, llevándose las personas en remolino como si fuesen hojas secas. Adivinó que la muerte soplaba en una nueva dirección.
Aquél se sintió acometido de tal susto, repugnancia y horror que, después de vacilar unos momentos, perdió el sentido y se desplomó sobre el pavimento. Viéndole caer, la joven se levantó con presteza del lecho y acudió solícita a socorrerle.
Ella, que observaba con serenidad los acontecimientos, sintió de pronto llenarse su corazón de tal angustia, que se desplomó sobre un sillón, sollozando. El señor Aubry pasó muy agitado la noche, y el día siguiente no fue mejor. El médico, sin pronunciarse de un modo categórico, recomendó el reposo absoluto.
Sonó entre la niebla un tiro, y el señorito Octavio se desplomó sobre la tierra con la cara mirando al cielo. Oyóse inmediatamente un segundo disparo, y la condesa vino á caer de bruces sobre él, cual si fuese á hacerle una caricia. El conde surgió de la nube al instante. Llegóse á los cadáveres y con un pequeño esfuerzo los hizo rodar por la pendiente de la Peña. La niebla los tapó en seguida.
Una tarde de Diciembre, Lafontaine y su esposa paseaban por el bosque, y la color gris del cielo nuboso y el crujir de las hojas caídas y el silencio de las fuentes heladas debían tener para ellos elocuencia muy triste. De pronto, un árbol se desplomó sobre la anciana, aplastándola. Lafontaine lanzó un grito, su mejor grito tal vez, y perdió el conocimiento. Su corazón estalló.
En 8 de Marzo hizose entrega á los frailes de la Cartuja del cadáver de don Pedro Afan de Ribera, Duque de Alcalá, Marqués de Tarifa, Conde de los Molares, Adelantado mayor de Andalucía y Visorey y Capitán General del Reyno de Nápoles fallecido en dicha ciudad. El lunes 4 de Noviembre se desplomó la nave mayor de la iglesia parroquial de San Esteban y se pidió á la ciudad ayuda para reedificarla.
En el tronco del árbol, señor Cornelio. Os burláis, viejo Horn. No; os lo aseguro. Ahora lo veréis. El piloto empuñó el hacha y atacó briosamente con ella el tronco del árbol, que ofrecía una resistencia increíble. El Capitán tuvo que relevarle en el trabajo un cuarto de hora después, hasta que por último la planta, cortada circularmente a dos pies del suelo, se desplomó con gran estrépito.
Le acercaron al sofá, y en él se desplomó el enfermo con desesperación, como si se dejara caer en su ataúd. Palpaba los objetos, palpaba a su mujer, que ni un punto se separó de él. «Bien te lo decíamos repitió, ahogándose en lágrimas y disimulando el desentono de la voz . Esa condenada obra de pelo... trabajando todo el día... Si notabas cansancio de la vista, ¿para qué seguir?».
Palabra del Dia
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